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miércoles, 19 de septiembre de 2012

RELACIONES INTERNACIONALES/ LATINO AMÉRICA

Kiriko

LA POLÍTICA EXTERIOR DE EE.UU PARA AMÉRICA LATINA BAJO LA LUPA DEL  CHILENO ARTURO VALEN ZUELA.
¿Por que un chileno es el Guachiman -tukuy rikuc y tucuy ccahuac- de EE.UU para latinoamerica? 
Naturalmente Chile históricamente esta considerado como el País mas estratégico para vigilar y proteger intereses norteamericano.
Aquí algunas respuestas que pueden llevarte a entender...


Entrevista a Arturo Valenzuela, el hombre de Obama para Latinoamérica
Áurea Moltó - Política Exterior 139

Sudirectora de Política Exterior

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La expectativa de una nueva etapa en las relaciones hemisféricas tras la llegada de Obama era exagerada. Asuntos clave como el comercio, la inmigración y la lucha antinarcóticos siguen considerados como política interna en EE UU. Arturo Valenzuela explica qué ha cambiado.

Algunos aseguran que Estados Unidos ha “perdido” América Latina. Otros creen que el hecho de pasar a un segundo, tercer o incluso cuarto plano en la política exterior estadounidense –muy lejos de la crisis financiera, la guerra en Afganistán o los desafíos que supone la creciente presencia China– es un buen indicador sobre la estabilidad actual de la región. Con gobiernos electos democráticos en todo el continente, excepto Cuba, un crecimiento económico medio del seis por cien en 2010 para el conjunto de países latinoamericanos y caribeños, y unas relaciones políticas y económicas más diversificadas, la región ya no está entre las prioridades de Washington.

Desde la Cumbre de las Américas de Trinidad y Tobago, en abril de 2009, Barack Obama no ha vuelto a ningún país del área. ¿Es verdad que a EE UU ya no le interesa lo que durante décadas consideró su área natural de influencia? A la expectativa creada por la administración demócrata con el anuncio en febrero de 2009 de la flexibilización de la política hacia Cuba, se sumó el tono colaborativo del presidente en la Cumbre de las Américas. Muchos esperaban una nueva etapa en las relaciones hemisféricas. Sin embargo, las divergencias tras golpe de Estado en Honduras, en junio de ese año, y el anuncio en septiembre del acuerdo de defensa con Colombia –finalmente frustrado– que permitiría a EE UU el uso de siete bases militares en el país suramericano, mostraron la complejidad de las relaciones interamericanas y las divisiones en el Congreso estadounidense respecto a la política regional. Países como Cuba, Venezuela y Colombia; y asuntos como inmigración o comercio dividen no solo a demócratas y republicanos, sino a los miembros de cada partido.

Arturo Valenzuela, subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos en el gobierno Obama, ha vivido en carne propia esta complejidad. Designado en mayo de 2009, su confirmación en el cargo estuvo retenida hasta noviembre de ese año por un senador republicano, en protesta por lo que consideraba una postura demasiado próxima de la administración demócrata hacia el presidente hondureño Manuel Zelaya, depuesto por un golpe de Estado condenado internacionalmente. Apenas un año después de su llegada al departamento de Estado, Valenzuela afirma curiosamente que “no hay una división de fondo entre demócratas y republicanos” y que uno de los objetivos de la actual administración es “configurar una política bipartidista hacia América Latina”.

El consenso será obligado teniendo en cuenta el nuevo Congreso en EE UU tras las elecciones del pasado noviembre. Los demócratas han perdido la mayoría en la Cámara de Representantes y tienen una posición más débil en el Senado. La republicana de origen cubano Ileana Ros-Lehtinen preside ahora el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara, y el demócrata Robert Menéndez, también de origen cubano, el subcomité de Asuntos Hemisféricos en el Senado. Ambos son conocidos por su oposición a cualquier apertura de la política hacia Cuba. Ros-Lehtinen, además, tiene una marcada retórica antichavista. En este escenario tendrá que moverse el responsable de EE UU para América Latina.

Valenzuela (Santiago de Chile, 1944) es uno de los hispanos que ha alcanzado mayor rango político en la historia de EE UU, a donde llegó con 16 años. Asesor de asuntos hemisféricos durante la administración de Bill Clinton y director del Centro de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Georgetown, Valenzuela es reconocido como uno de los grandes expertos mundiales en América Latina. El perfil académico es evidente en su conversación, y recurre a él quizá como estrategia para evitar posiciones políticas o titulares fáciles.

Su análisis encaja con lo que ha sido hasta la fecha la política latinoamericana de Obama, y que puede resumirse en la idea de que, a excepción del narcotráfico y el crimen organizado, los países de América Latina y el Caribe están en condiciones de arreglárselas solos. EE UU busca hoy una relación cooperativa con una región “donde los desafíos son la seguridad ciudadana, la pobreza, la exclusión social, la energía y el cambio climático, también la creación de instituciones de gobernabilidad más fuertes”, asegura Valenzuela. Las filtraciones de WikiLeaks han mostrado que junto a una verdadera preocupación por la creciente inseguridad, en las relaciones de EE UU con sus vecinos del hemisferio americano permanecen intereses económicos y políticos tradicionales.

PREGUNTA: ¿Cuál es en su opinión la lectura correcta de los cables? ¿Qué efectos prevé a largo plazo sobre las relaciones hemisféricas?

RESPUESTA: Los cables diplomáticos son un reflejo de lo que hace cualquier diplomacia, y aquí no se ha visto ninguna intencionalidad oscura por parte de EE UU. No vemos un problema mayor en América Latina con los cables. Lo hemos conversado con todos los gobiernos y les hemos reiterado nuestras disculpas porque haya ocurrido este atentado a la diplomacia, que tiene que basarse en la confidencialidad y la confianza. El departamento de Estado ya ha tomado medidas para que esto no suceda de nuevo. Los cables llegan hasta más o menos febrero de 2009. Son muchísimos, algunos de otra época, así que esto va a seguir siendo noticia, pero ningún cable refleja la política exterior de EE UU de ninguna manera. Son un insumo más a la diplomacia. Las recomendaciones que pueda hacer un embajador en un cable no significan necesariamente que se vayan a llevar a cabo. Al violarse la confidencialidad, parte del problema, tal como lo he percibido entre mis colegas de América Latina, es la preocupación de que salga información que refleje la política interna de sus países.

P: Líderes como el expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y la presidenta argentina, Cristina Fernández, manifestaron pocos meses después de la llegada de Obama cierta decepción por su política hacia Latinoamérica. Afirmaron que en realidad no es diferente a la de George W. Bush. Esta impresión es compartida incluso por expertos estadounidenses. ¿Qué ha cambiado con la llegada de los demócratas a la Casa Blanca?

R: Hay un cambio significativo: todo el tono de la política hacia América Latina es distinto. No ha sido fácil revertir la situación anterior porque había un rechazo muy fuerte en América Latina, tanto en la población en general como entre las élites, hacia la política exterior de EE UU, y eso lo demuestran todas las encuentas a partir de la guerra con Irak. Probablemente, no ha habido un momento de mayor desencanto. Hay además otro dato: en esos años se polariza mucho el continente. Y esto se vio en la elección [en 2005] del secretario general de la Organización de Estados Americanos, que divide el continente y hay que realizar varias votaciones, con un candidato más de derechas y un candidato más de izquierdas. Pero a través de este año, teniendo en cuenta el golpe de Estado en Honduras y el terremoto en Haití, dos crisis muy fuertes, se ha ido revirtiendo la situación. La popularidad del presidente Obama en América Latina excede a su popularidad en EE UU. Al mismo tiempo, observamos que esa división en el continente ha ido desapareciendo y hay menos rechazo a la política exterior estadounidense. Es cierto que después de la cumbre de Trinidad y Tobago el presidente no ha viajado a América Latina, pero eso no significa que la política exterior haya descuidado la región. De hecho, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, ha viajado a más países de América Latina que cualquier otro secretario de Estado desde Kissinger. Hay que tener en cuenta que los desafíos son grandes en América Latina, pero no son tan grandes como los que tiene EE UU en otras partes del mundo.


El problema de la seguridad ciudadana –el narcotráfico, las organizaciones criminales– es el más complicado en este momento. Lo que está pasando en México, en Centroamérica, también en el Caribe, es muy serio. Algunos dicen que EE UU siempre ha estado obsesionado por el narcotráfico, pero las encuestas en América Latina muestran que lo que más preocupa en la región no es el desempleo, no es la pobreza, sino la seguridad ciudadana, que afecta a todas las ciudades.

También hubo controversia sobre el acuerdo de las bases con Colombia. Se pensaba que había una intención por parte de EE UU de tener alguna injerencia militar en la región. Pero acuerdos militares se hacen con todos los países, y EE UU firmó uno con Brasil poco después. Lo que buscamos es acompañar procesos de mayor entendimiento. Por eso damos la bienvenida a los esfuerzos de los presidentes [Juan Manuel] Santos y [Hugo] Chávez para ir solucionando las diferencias entre sus países. Ese posible conflicto entre Colombia y Venezuela era uno de los puntos más preocupantes de la situación latinoamericana.

España y EE UU pusieron en marcha a principios de 2010 un grupo de cooperación para Centroamérica, creado a iniciativa del español Juan Pablo de Laiglesia, entonces secretario de Estado para Iberoamérica. “Tenemos una excelente relación con España”, afirma Valenzuela. En este grupo participan donantes como Canadá y la UE, junto con México y Colombia. Para Valenzuela “Centroamérica es el ‘jamón en el sándwich’; entre la producción colombiana y el tránsito vía México hacia el mercado estadounidense de la coca”.

En EE UU existe hoy un alto consenso sobre la necesidad de un nuevo enfoque a la lucha antinarcóticos. Hillary Clinton ha reconocido que las políticas de Washington en este ámbito han causado perniciosos efectos en los países latinoamericanos. Lentamente se percibe una aproximación al enfoque europeo, más centrado en el problema de salud que supone y en la prevención en los países consumidores; así como en el desarrollo y el fortalecimiento institucional en los países productores. “Hemos cambiado la narrativa completamente en lo que antes se denominaba ‘guerra contra el narco’. No vamos a solucionar este problema a menos que haya cooperación entre países y con los donantes”, insiste Valenzuela. “El asunto de la droga no puede solucionarse con una óptica solamente policial, requiere una estrategia multifacética. Por un lado, hay que luchar contra las organizaciones criminales, y las que han aparecido en México son muy fuertes y amenazan también a Centroamérica. Pero la solución pasa también por fortalecer las instituciones judiciales, la policía y, al mismo tiempo, la respuesta debe ser de salud pública, hay que prestar atención al lado de la demanda”, continúa.

P: ¿Qué le parecen las pro­puestas de despenalización, iniciativas como la de los expresidentes Gaviria, Cardoso y Zedillo?

R: Donde se disiente es en la noción de la legalización como respuesta, como se vió recientemente por el fuete rechazo en América Latina, del propio México, a la iniciativa en California de legalización de la marihuana. Los países no quieren esto porque no es la solución. Pero la respuesta no puede ser sólo de lucha contra las organizaciones criminales, porque termina debilitando las instituciones. Por eso se busca una respuesta que preste atención a la demanda, a la salud pública y a los problemas sociales de fondo. En la cooperación con México hay una propuesta para crear comunidades más fuertes, involucrar más a la sociedad civil. Son estrategias probadas en América Latina. En Bogotá y en Medellín, los alcaldes lograron bajar la criminalidad con proyectos integrales, que se ocuparon del pequeño crimen, de la creación de espacios públicos, alumbrado, etcétera. Porque el interés vital de EE UU es que las sociedades latinoamericanas sean exitosas y, en este sentido, compartimos la visión con España, que es un socio muy importante.

P: ¿Afectará la menor representación demócrata en el Congreso a la política latinoamericana del presidente Obama?

R: La hace más difícil, pero no va a afectar mucho porque no hay una división de fondo entre republicanos y demócratas en relación a América Latina. Por ejemplo, en Colombia, la política exterior de Clinton fue exitosa porque fue bipartidista. Hemos tenido diferencias, mi nombramiento es una muestra, y tuvimos una diferencia de opinión importante sobre lo que ocurrió en Honduras –el departamento de Estado fue muy claro en que se trató de un golpe de Estado–. Pero si pudimos cooperar de forma bipartidista en el pasado en Colombia, creo que ahora también podemos hacerlo.

Precisamente con Colombia se ha producido uno de los cambios más notables entre la política de Obama y la de Bush. Los demócratas no han avanzado en la ratificación pendiente del Tratado de Libre Comercio firmado con Colombia en 2006. Además, desde las filas demócratas han salido las mayores denuncias por la situación de los derechos humanos en Colombia. Según los expertos, el acercamiento entre Santos y Chávez y la suspensión del acuerdo de defensa con EE UU para la utilización de las bases militares colombianas son una muestra de ese distanciamiento. Si el expresidente Álvaro Uribe era un habitual de Washington, Santos no ha sido aún invitado a la Casa Blanca. Para Valenzuela esto se explica por los cambios en el contexto de la relación: “Cuando se establece nuestra cooperación, en 1999, el país estaba pasando por una crisis profundísima: había tres guerras, tres insurgencias, la situación económica estaba muy mal, habían perdido control de sectores del territorio nacional. Hoy la cooperación con Colombia ha cambiado totalmente: ya no hablamos sólo del terrorismo y la seguridad, hablamos de creación de oportunidades, desarrollo alternativo y colaboración para mejorar la situación hemisférica. Es un diálogo distinto precisamente porque valoramos como un éxito la cooperación en seguridad”.

P: Los republicanos han sido más favorables a los acuerdos comerciales. ¿Cree que ahora el Congreso aprobará el tratado de libre comercio con Colombia? ¿Por qué Obama no lo ha impulsado en sus dos primeros años?

R: Los asuntos de comercio tienen que ver con la política interna en EE UU, y son más difíciles en momentos de crisis económica. EE UU tardó siete años en aprobar el tratado con Chile. Pero el compromiso con Colombia y Panamá es muy fuerte y se va a buscar en los primeros meses de 2011.

Pese al distanciamiento, nadie cree que Colombia vaya a convertirse en un adversario de EE UU. Otra cosa es Brasil, país con el que Washington ha vivido algunos de los mayores desencuentros en 2010, sobre todo por la posición de Lula sobre el programa nuclear iraní y sus relaciones con el presidente Mahmud Amadineyad. 2011 llega con un nuevo gobierno en Brasilia. La flamante presidenta, Dilma Rousseff, aseguró en diciembre en una entrevista en The Washington Post que pretende “estrechar los lazos con Washington”. Ha afirmado incluso que no compartió algunas decisiones del pasado, entre ellas el voto de Brasil sobre Irán en el Consejo de Seguridad de la ONU.

La perspectiva, sin embargo, es que Brasilia y Washington mantengan a medio plazo una agenda exterior competitiva en múltiples asuntos, sin perjuicio de una relación económica muy intensa y una valiosa cooperación en asuntos de seguridad. Los estadounidenses no esconden su interés por una relación más fructífera con los brasileños en asuntos energéticos, medioambientales y otros de orden global. No es solo que Brasil sea miembro del G-20, sino que su participación es esencial en negociaciones internacionales en materia de comercio y cambio climático. Los brasileños, además, han reforzado notablemente su presencia en África y se están implicando en el conflicto de Oriente Próximo. Brasil y otros países latinoamericanos como Argentina, Bolivia y Ecuador acaban de reconocer al Estado palestino.

P: ¿Qué relación bilateral, regional y global busca EE UU con Brasil?

R: Brasil es un país con el que EE UU tiene infinidad de vínculos, son parecidos: países multiétnicos, con narrativas compartidas, en cuanto a la esclavitud, la inmigración… Hay mucha inversión norteamericana en Brasil, el comercio está creciendo, las empresas multinacionales brasileñas tienen presencia creciente en EE UU. Tenemos un buen diálogo con las autoridades de Defensa brasileñas. Valoramos la cooperación con Brasil y esperamos ir hacia delante, entendiendo que habrá diferencias. Buscamos ir fortaleciendo la confianza, el entendimiento, en asuntos bilaterales, como biocombustibles, donde tenemos acuerdos importantes, y regionales, como Haití. Esperamos que algunos de los roces, en Irán por ejemplo, se vayan solucionando. Buscamos una buena relación, pero somos conscientes de que EE UU tiene también interlocución con los otros países de la región.

P: Llegado el momento, ¿apoyará EE UU a Brasil en su búsqueda de un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU?

R: No se han tomado determinaciones. Se apoya la concepción de alguna reforma [del Consejo de Seguridad] pero todavía no se ha decidido cómo se haría.

P: Se cumple estos días un año del terremoto de Haití. ¿Cómo explica que estando presentes EE UU y Brasil, con multitud de recursos humanos y económicos en Haití, la situación del país no sólo no haya mejorado sino que se declarase una epidemia de cólera y las recientes elecciones se hayan celebrado bajo la sospecha del fraude?

R: La tragedia del terremoto fue la peor de un país de las Américas en toda su historia: el equivalente habrían sido 10 millones de estadounidenses muertos en dos minutos. Fue una catástrofe encima de una realidad económica, social y política de mucha fragilidad, donde gran parte de la población vive fuera por la falta de oportunidades, con una deforestación total… Revertir todo eso en un año es pedir mucho…

P: Pero la presencia de EE UU y Brasil en Haití se remonta a mucho antes del terremoto.

R: La solución no tiene que ver con la cantidad de dinero disponible, sino con las capacidades del Estado. Que se haya podido evitar una epidemia mayor es también importante. La reacción internacional fue bastante efectiva. Hay frustraciones, pero dentro del marco de lo que son las realidades, tenemos que tener paciencia. Se requiere mayor coordinación de la comunidad internacional, es importante que salga un gobierno legítimo de estas elecciones, y eso ha sido difícil también en el pasado. Hay que dar una tónica de realismo a lo que se puede hacer en Haití.

Apenas llegado a la Casa Blanca, Obama cumplía una de sus promesas electorales y realizaba el primer gesto hacia Latinoamérica: aprobaba los viajes sin restricciones de los cubano-americanos con familiares en la isla y los envíos sin límites de remesas, entre otras medidas. Algunos dentro del Partido Demócrata y del Republicano opinan que había margen para más, por ejemplo, la liberalización de los viajes a la isla para todos los estadounidenses. Valenzuela señala que EE UU es el primer socio comercial de Cuba en temas agrícolas, en cuarto en general, y ambos países mantienen un diálogo en asuntos migratorios. En los últimos dos años han aumentado notablemente los viajes culturales, educativos y científicos. “Seguimos viendo cómo liberalizar algo más”, asegura Valenzuela, al tiempo que recuerda que “la política exterior hacia Cuba la maneja una ley” que solo puede modificarse en el Congreso. Washington está además “muy molesto” por la detención en Cuba, en diciembre de 2009, del contratista estadounidense Alan Gross por repartir ordenadores y teléfonos móviles entre opositores. Gross sigue detenido “sin que le hayan hecho cargos”, insiste Valenzuela. Respecto a las reformas económicas anunciadas el pasado verano y la excarcelación de presos políticos, valora como positivo el papel desempeñado por la Iglesia Católica y “otras personas”, en alusión a España, pero señala que están “un poco preocupados porque se insista en que algunos deban salir del país”.

Ni republicanos ni demócratas han sido capaces hasta ahora de sacar adelante la reforma de la ley inmigratoria, una de las que mayor impacto tendría en sus relaciones con los países latinoamericanos. Pese a existir entre destacados miembros de ambos partidos un consenso sobre la necesidad de regularizar la situación de los más de 10 millomes de trabajadores indocumentados en EE UU, nadie parece dispuesto a asumir el coste electoral de esta medida en tiempos de crisis económica, con un paro cercano al 10 por cien. Bush lo intentó en 2007, con el impulso del senador republicano Richard Lugar y del demócrata Edward Kennedy, pero la reforma quedó paralizada en el Senado. En el contexto actual es improbable que el asunto de la inmigración vuelva ni siquiera a debatirse. La polémica ley de inmigración aprobada en Arizona la pasada primavera es respaldada por el Tea Party y aplaudida por muchos ciudadanos. Algunos temen además que con el nuevo Congreso la política latinoamericana se aleje de los verdaderos intereses y recupere, por el contrario, parte de la retórica antichavista.

P: ¿Qué le preocupa a EE UU de Chávez? ¿Le parece un indicador fiable del estado de la democracia en América Latina?

R: Lo que uno ve en América Latina es un proceso paulatino, complejo, de consolidación democrática. Hay que acordarse que hace sólo 20-25 años la mayoría de los países latinoamericanos eran autoritarios, pero siempre hay retrocesos, que pueden venir cuando se viola el Estado de Derecho, y eso pasa en muchos países de la región.

P: ¿De qué manera la creciente presencia de China en América Latina –con inversiones, comercio, cooperación– altera la política hemisférica de EE UU?

R: Damos la bienvenida al hecho de que los países latinoamericanos estén empezando a comerciar más y obtener mayores inversiones de China porque eso fortalece las economías. No lo vemos como algo que atenta contra los intereses de EE UU. Tomamos nota de que hay preocupaciones en América Latina por la naturaleza de la inversión china y porque privilegia importaciones de materias primas, pero hay una reticencia a permitir que entren [en el mercado chino] productos elaborados. Pero eso es algo que tendrán que resolver los países latinoamericanos. A la larga, ellos tendrán que ver si pueden persuadir a los chinos.

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