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jueves, 15 de marzo de 2012


LITERATURA.

EL NUEVO [DES]ORDEN LITERARIA INTERNACIONAL

Kiriko

OPINION
"Si el burro hablara la literatura Peruana habría cambiado radicalmente"
"Que culpa tiene el burro que se encuentre de vacaciones, sin  pasto ni, agua "
"Hasta el burro esta de huelga por el Modelo Económico que no lo permite comer pasto bueno en tiempos de crisis"
"Dicen que el presidente de la Asociación de los Burros Transportistas y Carretilleros llamado ´Sotadera y Baticola´de Ayabaca-Piura(ABTCSBA) van a reclamar el retiro urgente de la premiacion de EL Premio Novel de Literatura de manos del Escritor Mario Vargas Llosa"
"Dicen que el presidente de la Asociación de  Burros de Transportistas y Carretilleros llamado 'Sotadera y Baticola' les dará la bien venida al escritor montado en un burro soltero castrado y mocho por toda la plaza de Catacaos- Piura y en seguida, le declararan  'Huespet ilustre' y por ultimo, le harán la entrega de  la sotadera mas vieja y mugrosa, perfumada y bañada a base de orine espumoso y caca  espeso del burro macho mas antiguo, al Marquez, laureado y Premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa"

Una muestra mas -como seña, marca o etiqueta que [re]presenta al Mercado Literario-de las mentiras de un escribidor [ultra]liberal que miente y desconoce la realidad Critica que vive la gente Campesina en el Norte Peruano.

Según nuestro laureado, Coronado y Marques[ado] Nobel y Escribidor Mario Vargas Llosa que, -según él-con el modelo económico que se esta expandiendo de manera agresiva y expansiva a lo largo y ancho del Norte del Perú, arrasando y destruyendo pequeños puestos (tiendas,bodegas, boticas, etc.)de trabajo promovidos por traidores Gobiernos y por los capitales "pulpos chilenos "(constantemente realizan malas practicas laborales y sindicales), que los Burros están[alzando]vuelo en el norte peruano; mejor dicho o lo correcto -como alucina y se recrea el escritor en el mítico animal historico"Pegaso" pero se trata de un noble animal llamado Burro-sería que los Burr[icos]os están volando según la mente de nuestro escritor, que a puntillas adora y defiende el modelo economico [Neo]liberal que nos impone este Sistema Económico Mundial. Ese es el problema de los escribidores [ultra]liberales de los últimos Siglos, que adoran y promueven -a ultranza-el Modelo económico que impera en el sistema global[izante] que agobia y destruye a la gran mayoría de los peruanos mas desprotegidos y olvidados de esta Región.Piensa -según él-que coorporativizando y concentrando los medios de producción económica en una sola coorporación los recursos estratégicos en un grupo económico multinacional (caso como Saga, Ripley, Totus, Sodimac, etc.)se van dar las condiciones económicos y sociales para desarrollar en forma equitativa y justa de llevar a un país -como el Perú-hacia la prosperidad y dignidad para sus ciudadanos que vivan en un Estado de Bienestar.Con esta posición política y económico que propugna lo único que hace es, promover y desaparecer -de manera indirecta-el Estado[de bienestar]-Nación en los países emergentes(no industrializados) -caso como en el norte Peruano -del tercer Mundo, es decir, es un representante(peón) más del sistema y modelo que  defiende los ideales del individualismo liberal como ego Mercantilista en su máximum expresión(donde todo se compra y vende) de la gran Banca Internacional y de las Coorporaciones Multinacionales que pretenden desaparecer las pequeñas y medianas empresas nacionales, convirtiéndonos de esa manera a todos con esta medida solo en simples comsumistas, y creando más pobreza, ignorancia y atrazo; justamente este es el fiel y claro reflejo y, muestra real -del caso "piajenos"-de cómo los peruanos se las ingenian cuando no hay presencia y existencia del Estado, Instituciones y Gobierno, de cualquier -u otra-manera para usar a los animales como medio de transporte para poder sobrevivir en un miserable árido y seco Región olvidado, del Norte Peruano. Para hacer un análisis critico no basta ser un ESCRITOR TURISTA sino- por lo menos -debe[ria] convivir con la extrema pobreza que afecta y sucumbe a la gran masa de los campesinos de peruanos, para hacer un real realce de la situación económico que golpea a los mas excluidos que viven en el norte del Perú.Una vez más, nuestro marquesado escritor se equivoca al analizar y pretender -literariamente- de hacernos creer maravillas de los efectos del bendito modelo económico que  esta devorando y matando el pequeño mercado/sociedad -que queda-domestico de los pueblos y las naciones impuesto por el NUEVO ORDEN LITERARIA INTERNACIONAL.



La desaparición de los “piajenos”

PIEDRA DE TOQUE: El Perú despegó por fin y la Piura querida de mi infancia y adolescencia está en el pelotón de cabeza de esta transformación. Los cambios son impresionantes y la ciudad de mi memoria se ha volatilizado


FERNANDO VICENTE
Han desaparecido los burritos de las calles y los alrededores de Piura. Los piuranos los llamaban “piajenos” y el sobrenombre les caía como anillo al dedo: eran los pies de los demás. Y, por supuesto, también los lomos y los brazos. Estoicos y pacientes cargaban costales de fruta, leña, gentes, todo lo que se podía cargar, y se los veía trotando día y noche por las calles de altas veredas, soportando maltratos de los malhumorados y los sádicos, alimentándose de lo que encontraban al paso o viviendo del aire y de su mera terquedad de no resignarse a morir. Pero ahora se han extinguido y a nadie le importa, y algunos lo celebran porque saben que la desaparición de los piajenos es, ay, síntoma inequívoco de modernización y de progreso.
Y es verdad: los cambios en todo Piura son impresionantes. La Piura de mi memoria se ha volatilizado en un torbellino de gigantescos centros comerciales, flamantes urbanizaciones que se comen el desierto, gallardos edificios, universidades, colegios, fábricas, nuevas avenidas, nuevos hoteles y plantaciones de agroindustria para la exportación que han puesto a esta región a la vanguardia del desarrollo peruano. Al igual que Ica, que ya lo alcanzó, Piura raspa ya ese milagro, el pleno empleo, y, en ciertas épocas del año debe importar trabajadores de la sierra para cubrir las demandas de mano de obra para el campo y la construcción. En la Plaza de Chulucanas escucho un parlante que invita a la gente local a enrolarse para ir a trabajar a la capital del departamento; ofrecen “buen trato, buen salario, contrato y seguridad social”. Nunca creí que lo vería y ahora lo veo: el Perú despegó por fin y la Piura querida de mi infancia y adolescencia está en el pelotón de cabeza de esta transformación.
Pero, para alguien de mi generación, toda ciudad es ya, como lo era Madrid en el poema de Dámaso Alonso, un cementerio de un millón de cadáveres. La guadaña del tiempo se ha llevado no sólo a todos mis profesores del Colegio San Miguel de Piura, sino también a mis compañeros de clase y a buena parte del elenco, los escenógrafos y los técnicos con los que subimos a escena, en el ya desaparecido Teatro Variedades, La huida del Inca, la primera obrita de teatro que escribí, en aquella Semana de Piura de Julio de 1952, la experiencia más conmovedora para mí en ese año extraordinario que pasé en casa de mis tíos Lucho y Olga, en el que, además de alumno sanmiguelino, fui periodista en el diario La Industria, fabricante de versos y de cuentos, autor y director de teatro, y hasta líder, con Javier Silva Ruete, de una huelga estudiantil.
Alguien ha encontrado una fotografía del estreno de La huida del Inca—siempre creí que no existía ninguna— y el momento más emocionante de esta visita es rememorar, gracias a aquella imagen, esa noche inolvidable. Ahí están, medio sepultados bajo los emplumados ornamentos con que Carmela Garcés y el profesor Aldana los vistieron de Incas, Yolanda Vilela y la bella Ruth Rojas, y ese hombre-ídolo que blande la mascaipacha imperial debe ser Ricardo Raygada. Yo, aunque no aparezco en la borrosa foto, es seguro que estoy también ahí, escondido en esas bambalinas que se divisan a un costado, enternado de azul y comiéndome las uñas de tanta emoción.

Cuando vine por primera vez, el río era de avenida, y la llegada de las aguas, se celebraba con una fiesta
El Hotel de Turistas, en la Plaza de Armas de los eternos tamarindos, donde a mis 11 años descubrí que tenía un padre vivo y vi al personaje por primera vez, está siempre allí, pero ahora se llama Los Portales y el patio de los “sábados bailables” se transformó en un comedor. El Viejo Puente se desplomó, se lo llevó el río en una de sus crecidas, y lo ha reemplazado un puente colgante que ahora es peatonal. Los estragos causados por el Niño desvistieron el elegante Malecón Eguiguren y dieron buena cuenta de gran parte de las nobles casonas que lo engalanaban. El urbanicidio más triste es el de la Casa Eguiguren, seguramente la de mayor prestancia e historia de la ciudad, desfondada, desenrejada, saqueada de sus azulejos, de su artesonado, de sus puertas con clavos y convertida en un amasijo de ruinas pestilentes.
Pero la Plazuela del pintor Merino se conserva casi intacta, con la Iglesita del Carmen, convertida en un museo de arte religioso, y la casita donde vivía el párroco, el Padre Santos García, salmantino, cascarrabias, filatelista y profesor de religión, quien, en ciertas clases, presa de inspiración bíblica, tronaba de tal modo que hacía estremecerse las viejas paredes de quincha del colegio San Miguel. Éste se halla aún en pie, con sus aulas de techos altísimos, sus patios centenarios, su teatrín colonial, y hay esperanzas de que se convierta en un gran centro de cultura.
Cuando yo vine a Piura por primera vez, el río Piura era de avenida, y la llegada de las aguas, al comenzar el verano, se celebraba con una fiesta en la que participaba toda la ciudad. Había fuegos artificiales, bandas de música, y el mismísimo obispo se metía al cauce con sus hábitos morados, a bendecir la llegada del agua que traía vida, trabajo y alegría a los piuranos. Ahora el Piura es un río de aguas permanentes y la orilla opuesta ya no tiene arenales y algarrobos sino modernos edificios, las nuevas instalaciones del Colegio Salesiano y el gigantesco campus de la Universidad Nacional de Piura. En algún lugar de lo que es ahora el vasto distrito de Castilla yacen las cenizas de lo que fue, alguna vez, la pecaminosa Casa Verde.

En algún lugar del vasto distrito de Castilla yacen las cenizas de lo que fue la pecaminosa Casa Verde
El desierto, que rodeaba a la ciudad y la llenaba de arena las tardes de viento fuerte, ha desaparecido. Los 50 kilómetros que separan a Piura de Chulucanas están ahora llenos de árboles, matorrales, pastos, sembríos, y hasta los lejanos contrafuertes de la Cordillera, que yo recordaba grises y pelados, se han cubierto de verdura. Sólo el pueblecito de Yapatera, a unos cinco kilómetros de la capital de Morropón, permanece fiel a sí mismo, pequeño y acogedor, calcinándose al sol con sus casitas frágiles de adobe y de cañas, y su iglesita austera y despojada, con su techo de calamina y la coloreada imagen de San Sebastián. La casa de los McDonald, donde pasé algún fin de semana y monté caballo por primera vez, es una ruina de la que han tomado posesión un búho y unos murciélagos que, ominosos y silentes, trazan círculos sobre mi cabeza cuando recorro esos escombros tratando de localizar la terraza donde el dueño de casa, un inglés, y su esposa Pepita, tomaban todas las tardes el five o'clok tea, contemplando el quebrado horizonte de la Cordillera Negra.
Yapatera es un caso aparte porque, en un entorno social de indios, cholos y blancos, fue durante mucho tiempo un pueblo negro. Según don Fernando Barranzuela, el sabio del lugar, en el año de 1609, en plena colonia, el señor feudal de Yapatera compró 14 esclavos negros —10 hombres y cuatro mujeres— procedentes de Cumaná (Venezuela), a los que los indios del lugar apodaron los “cumananeros”. Así nacieron las famosas cumananas, contrapuntos líricos de versos rimados —desafío y réplica— en que son maestros consumados los yapateranos. Paso cerca de un par de horas, bajo los molles, sauces y algarrobos de la placita de Yapatera oyendo las cumananas con que don Fernando Barranzuela y Juan Manuel Guardado, los dos bardos locales, se provocan y burlan de sí mismos. Las letras son por lo general de afiebrado contenido sexual y, como suele ser frecuente en la poesía popular, rezuman machismo, racismo y chauvinismo. (Desafío: “Me puse a lavar un negro/ a ver si se desteñía;/ cuanto más lo jabonaba/ más negro se me ponía”./ Réplica: “Yo también bañé a un blanquito/ a ver qué cosa decía;/ le metí un dedo al potito/ y el maricón se movía”).
Toda esta región en los viejos tiempos estaba llena de cañaverales y trapiches y hasta el aire parecía impregnado con la dulcísima miel de la chancaca. Ya no queda uno solo. Alrededor de Yapatera hay todavía arrozales pero todo el contorno está dedicado a la siembra de frutas para la exportación. Hago un alto en la antigua hacienda de Sol Sol y de nuevo me doy de bruces con la Piura modernísima del siglo XXI: viñedos que se extienden hasta perderse de vista, alineados al milímetro y se diría podados por artistas; almacenes, depósitos, empaquetadoras, comedores y baños relucientes; sembríos de paltas y mangos. Los dueños de la empresa Saturno me explican que sus clientes abarcan un abanico de países de varios continentes y que, en los períodos de mayor actividad, más de 2.000 familias viven del trabajo en esta finca.
Ya de regreso a la ciudad, veo a orillas de la carretera, en una ranchería de chozas donde se ofrecen bebidas y carne seca a los viajeros, algo que me hace detener. Está tumbado al sol, revolviéndose sobre sí mismo en la tierra parda y áspera, peludo, grisáceo y, a juzgar por los desafinados rebuznos que lanza de pronto, sin ton ni son, gozando del instante. El último piajeno de Piura parece feliz.
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© Mario Vargas Llosa, 2012.

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