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martes, 27 de marzo de 2012

ESPECIALES
Kiriko

APROPÓSITO DEL BICENTENARIO DE LA AÑEJA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA.

¿LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ DE 1812 MAS CONOCIDO COMO "LA PEPA" FUE LIBERAL O LIBERTARIA?

Agenda de actos del Bicentenario en Cádiz(España)
2012 es el año de la ciudad de ultramar, con un programa repleto de muestras, actos, celebraciones y fastos que permitirán que acapare todas las miradas
EL GALEÓN «LA PEPA» (FOTO: ABC)
ERIKA MONTAÑESE

La histórica Constitución de 1812, que se dictó en la “Tacita de Plata” un 19 de marzo –y el Santoral derivó en el conocimiento de este texto por parte del vulgo como La Pepa–, solo “resistió” dos años, hasta que Fernando VII regresó a la España dominada por el hermano de Napoleón Bonaparte y decidió derogarla. No obstante, volvió a brillar durante el Trienio Liberal y en 1836. Y se podría añadir también que lo hará este 2012, cuando se celebra el Bicentenario de la Constitución alumbrada en la urbe gaditana y cuando la misma ciudad de ultramar y todo el país, por ende, se han volcado en el festín de La Pepa.
Los Reyes han confirmado su presencia y también habrá una cumbre de jefes de Estado en octubre
Porque el festival va a estar repleto de actos conmemorativos, de celebraciones, espectáculos, cumbres, exposiciones y eventos minuciosamente preparados para que Cádiz ilumine al mundo con los mismos valores que vieron nacer a La Pepa: la tolerancia, la comprensión a los derechos humanos y los conceptos de respeto y liberalidad.
Por ello, tanto la organización de los fastos del Bicentenario de aquel primer compendio de principios fundamentales como la ciudad han decidido engalanarse con una completa relación de actividades en aras de que Cádiz vuelva a ser el centro de todas las miradas. Y de las visitas.
El programa de actividades para este doscientos cumpleaños es tan vasto que lo que aquí aparece es solo un pequeño inventario de las actividades previstas “ad hoc”. El Día Grande, como no podía ser de otra forma, será el lunes 19 de marzo, cuando estarán los Reyes de España en la proclamación de la Carta Magna en el despampanante Oratorio de San Felipe Neri.También está marcada con números rojos en el calendario la cumbre de Jefes de Estado que tendrá lugar en octubre y que atraerá a la ciudad andaluza a los mandatarios de parte del mundo. Al mismo tiempo, Cádiz ostentará la Capitalidad Iberoamericana de la Cultura.
 El Día Grande será el 19 de marzo, fecha que la hizo popular con el sobrenombre de La Pepa
Desde el Sorteo del Niño -que por primera vez se desplazó hasta otra ciudad fuera de Madrid, y que se celebró en Cádiz el pasado 6 de enero-, también recaerá en la ciudad la organización del Sorteo Extraordinario de la Lotería Nacional en diciembre de 2012, hasta la recepción de la expedición Ruta Quetzal de este año, un sinfín de acontecimientos tendrán a Cádiz como punto de destino.
Las celebraciones se prolongarán durante todo el año, porque 2012 es año de Cádiz
¿Qué supuso?
Derechos y libertados conquistados
La Constitución de 1812 supuso un gran avance en la historia jurídica de nuestro país en lo relativo a derechos y libertades y como inspiración de las Cartas Magnas de Portugal, Sicilia, Cerdeña, Rusia y sobre todo, en las antiguas colonias americanasde España. Las sesiones de las Cortes, que comenzaron en la Isla de León (actual San Fernando) el 24 de septiembre de 1810, culminaron el 19 de marzo de 1812 con el nacimiento de «La Pepa», bautizada así por serl el día marcado en el calendario como la celebración de San José.
PAÍS DE ABANICO. PROCLAMACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN (FOTO: FUNDACIÓN FEDERICO JOLY HÖHR)
TERESA SÁNCHEZ VICENTE
«La Pepa» vio la luz compuesta por un total de 304 artículos repartidos en 10 títulos que sentaron las bases de la nueva monarquía constitucional. El régimen que instauraba el texto constitucional alumbrado en Cádiz se asentaba sobre tres pilares básicosabsolutamente novedosos en la historia política española: imperio de la ley y sumisión de los ciudadanos al principio de legalidad; garantía jurídica de los derechos y libertades; y, división de poderes.
Respecto a este último punto, los artículos 14, 15 y 16 de la la Constitución gaditana son tajantes al establecer la separación del poder legislativo, ejecutivo y judicial: «La potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el Rey»; «La potestad de hacer ejecutar las leyes reside en el Rey» y «La potestad de aplicar las leyes en las causas civiles y criminales reside en los tribunales establecidos por la ley». Tres preceptos que simbolizan la ruptura total con la monarquía absolutista anterior.
La Constitución gaditana estableció la separación de poderes por primera vez en España
El articulado sobre el Poder Judicial es uno de los más extensos de los textos europeos, que según destaca el profesor Óscar Alzaga fue un «hito de la historia del constitucionalismo europeo en que una Constitución dedica tanta atención y espacio al Poder Judicial». De hecho, «La Pepa» dedicó un total de 66 artículos (del 242 al 308) a detallar el funcionamiento y organización de la justicia española de la época.
El texto gaditano fue también pionero y rupturista por la proclamación de derechos y libertades hasta el momento inexistentes en el panorama jurídico español. «La Pepa» introduce por primera vez en nuestra historia el sufragio universal, aunque masculino indirecto y para mayores de 25 años (el voto femenino no llegará hasta la Constitución de 1931).
España, patrimonio (solo) de los españoles
Influenciados por el constitucionalimos británico, los diputados doceañistas desde su primera reunión en la Isla de León, se apresuraron a decretar la libertad de imprenta, a abolir la tortura y liberalizar la economía. La noción de libertad quedó patente en el artículo 2 del texto promulgado: «La nación española es libre e independiente y no puede ser patrimonio de ninguna familia ni personal».
Otros derechos, inimaginables para la época en la absolutista España, quedaron plasmados en «La Pepa»: libertad y seguridad personales, inviolabilidad del domicilio, libertad de expresión del pensamiento, abolición de las penas de tormento y apremio y confiscación de bienes, entre otros grandes avances.
La Pepa instauró la religión católica como única confesión posible
La Constitución gaditana no instauró la aconfesionalidad del estado y sí la unidad religiosa con la católica como bandera del Estado. Los diputados de las Cortes, derogadas en 1814 con el regreso deFernando VII, sí abolieron la Constitución en 1813 por considerarla «incompatible» con los valores constitucionales.
«La Pepa», desde que se instauró el reinado de Fernando en 1814, no volvió a estar vigente hasta 1820, con el levantamiento de Riego y el denominado Trienio Liberal. No obstante, y pese a los cortos periodos de validez, la Carta Magna gaditana tuvo una gran influencia en constituciones españolas posteriores y en como se indicó, al principio, en los textos jurídicos de parte de Europa y Sudamérica.
*Bibliografía: «Teoría y Realidad Constitucional» de Óscar Alzaga «Constitucionalismo Histórico Español», Antonio Torres del Moral
El asedio de Cádiz
Un Cádiz asediado alumbra la Nación española
Si la nación española nació en la Constitución de Cádiz de 1812, lo cierto es que fue este un parto de lo más ajetreado. «La Pepa» vino al mundo en un Cádiz asediado por las fuerzas francesas, entre bombazos y excitación general en una urbe que se sabía el último refugio de una incipiente España libre.
VISTA DE CÁDIZ DESDE LA BAHÍA, 1820 (FOTO: FUNDACIÓN FEDERICO JOLY HÖHR)
GUILLERMO OLMO

Los historiadores Miguel Artola y Manuel Pérez Ledesma escribieron que la invasión francesa fue «fue la ocasión para que el pueblo español desarrollara su propio proceso revolucionario». El epicentro de ese proceso serían las cortes, reunidas en Cádiz. Dos centenares de diputados llegados de las Juntas Provinciales constituidas en toda España debatían y redactaban la que sería la primera Constitución de la historia de España. Lo hacían en una ciudad acorralada por las fuerzas de Napoleón Bonaparte, a quien el más destacado constituyente, Agustín de Argüelles describió como «el mayor y más audaz guerrero que se había conocido».
Pero la ciudad más antigua de España resistió indomable nada menos que 30 meses de un asedio dirigido por algunos de los mandos más competentes del emperador francés, como el mariscal Soult, duque de Dalmacia y uno de los artífices de la gran victoria francesa en Austerlitz, y el mariscal Victor. Pero nada pudieron hacer estos afamados estrategas y los ingentes recursos bélicos a su disposición frente al coraje y tenacidad de los gaditanos y el apoyo de las fuerzas expedicionarias inglesas.
El empuje invasor había llevado a la Junta Central a desplazarse de Sevilla hasta Cádiz
Arrancaba el año 1810 y tras el fiasco que había supuesto lacapitulación en Bailén, que irritó sobremanera a Napoleón, el emperador apostó por poner toda la carne en el asador en el frente meridional. El empuje invasor había llevado a la Junta Central, que intentaba coordinar la resistencia, a desplazarse de Sevilla hasta Cádiz. La tacita de plata era el último bastión. Dado el gran despliegue artillero francés, nada hacía presagiar que las defensas de Cádiz fueran a aguantar mucho tiempo. Pocos contaban con la pasión patriótica que se apoderó de las gentes de la ciudad, cuya rebeldía exasperó a los sectores afrancesados, que afirmaban en sus publicaciones en Madrid que «la prepotencia de la ínfima plebe de Cádiz debe mirarse como el vicio capital y la fuente de todos los males de que adolece nuestra España».
El contagio del espíritu bélico
Pero eso que para algunos era vicio, para los sitiados era el fuego que animaba su lucha. A tanto llegó el celo defensor de los gaditanos que se mostraron reacias incluso a autorizar el desembarco de las tropas inglesas llegadas por mar a la ciudad. Según refieren todos los testimonios de la época, la mayor parte de los vecinos colaboró entusiastamente en su defensa. Las mujeres cocinaban y cosían para los combatientes, los hombres se presentaban voluntarios para la milicia y en todas las casas se cobijaba y atendía tanto a sanos como heridos. En toda Andalucía, adonde habían ido llegandoterribles noticias del avance invasor y de las tropelías que la soldadesca francesa iba cometiendo, había arraigado un ánimo belicoso tal que los sacerdotes llamaban a la lucha desde los púlpitos y muchos de ellos incluso cambiaban temporalmente los hábitos por las armas.
El profesor Manuel Moreno Alonso da cuenta de un escrito del embajador francés en España, el conde La Forest, que refleja de modo elocuente lo irreductible del Ejército irregular formado por los españoles: «Cada campesino se convirtió en un soldado, cada soldado en un héroe. Habían sometido a los héroes de Austerlitz, un chico de quince años se consideraba equivalente a los granaderos franceses».
«Cada campesino se convirtió en un soldado, cada soldado en un héroe»
Pero el camino de la victoria no fue en absoluto un camino de rosas. Fueron muchas las tribulaciones de una ciudad encendida por la guerra, algo a lo que no fueron ajenos los diputados reunidos en las cortes, que tuvieron que conjugar su labor de moldear los principios políticos fundamentales de la nación con las de coordinación de la guerra. Tras la batalla de Chiclana, el 5 de marzo de 1811, las Cortes abordaron la precaria situación de los cientos de heridos hacinados en el Hospital de San Carlos: «Se mueren de hambre, no tienen asistencia, todo les falta; y no habiendo perecido en el campo de batalla en que sellaron con su sangre la libertad de la patria, ¿se han de morir en el hospital?ۜ», clamaba uno de los constituyentes.
Finalmente, desde el inicio del año 1812, simultáneamente al avance en el proceso de redacción constitucional, la esperanza se iba abriendo paso entre los defensores. El 5 de enero de 1812 los franceses se retiraban de la Tarifa. Ya en el verano, el 29 de julio llegaban a Cádiz las noticias de que ingleses y españoles habían conseguido recuperar Madrid. La euforia se desbordó por las calles y la multitud hizo sonar las campanas de la iglesia del Carmen. Ya en agosto, dos años y medio después de combates, los lugareños se sorprendían ante la imagen de multitud de pequeños incendios en los alrededores de la plaza. Las fuerzas imperiales iniciaban la retirada y prendían fuego al material que no podían evacuar consigo. El grito jubiloso de «Viva la Pepa» se adueñaba de la ciudad liberada.
Los padres de La Pepa

POR GUILLERMO D. OLMO

La Constitución de 1812, «La Pepa», no surgió de la nada. Fue obra de dos centenares de hombres que, recluidos en un Cádiz asediado por las tropas imperiales de Napoleón, alumbraron la que sería la primera carta magna de la historia de España. Un documento en el que quedaron consagrados algunos de los principios que hoy rigen la vida en común de los españoles. En ella, por primera vez, quedaba acuñado como sujeto jurídico y político la nación española y se reconocían algunos de los que hoy son derechos fundamentales.
En 2012 se celebran los 200 años de tan importante legado. Las excepcionales circunstancias en que desempeñaron su trabajo explican que todavía algunos aspectos de su peripecia permanezcan ocultos por las brumas de la historia. Se sabe que su primera reunión se celebró el 24 de septiembre de 1810 en la isla de León, el actual municipio de San Fernando, el último reducto al que habían arrastrado a la resistencia española las armas francesas. Como escribió Alcalá Galiano, «España toda parecía sitiada en los estrechos muros de Cádiz».
Pero por encima de las incógnitas que todavía intentan despejar los historiadores descuellan los nombres de un puñado de diputados presentes en Cádiz que destacaron por su actividad en las sesiones y lo elevado y filantrópico de los valores que animaron sus intervenciones. Son los padres de «La Pepa».
Agustín de Argüelles
Agustín de Argüelle
La voz de este insigne jurista asturiano, nacido en Ribadesella, fue la más vigorosa en las deliberaciones de los constituyentes. Por encima de los bombazos de los franceses y de los gritos combativos de la población gaditana, el eco de las palabras de Argüelles resuena en la actualidad en su noble afán por moldear con mimbres humanitarios ese sujeto que se asomaba a la posteridad, la nación española. Las convicciones de Argüelles quedaron claras en sus piadosos alegatos contra dos de las herencias de la España imperial, la esclavitud y la tortura. Existía entonces todavía la figura del tormento, a la que los jueces podían recurrir para arrancar confesión de los sospechosos. Argüelles dejó claro que una práctica así no podía subsistir porque «repugna a los sentimientos de de humanidad y dulzura que son tan propios de una nación grande», como él entendía que debía ser la española. El artículo 303 de la Constitución recogería la abolición del tormento. Tuvo menos éxito en su lucha contra la esclavitud, «infame tráfico, opuesto a la pureza y liberalidad de la nación española». No consiguió que la Constitución recogiera sus demandas, pero en las conciencias de sus compañeros de cortes dejó clavadas sus palabras: «Comerciar con la sangre de nuestros hermanos es horrendo, es atroz, es inhumano», denunció. Aunque descartó la manumisión de los esclavos propiedad de las élites coloniales en América. Lo avanzado de su discurso tuvo como límite evitar la colisión frontal con las clases propietarias. Abocado al exilio con la restauración del absolutismo tras el regreso de Fernando VII, volvió a España para participar en la redacción de la Constitución de 1837. Murió en 1844. Sin duda, merece ser reconocido como uno de los padres del liberalismo español.
Evaristo Pérez de Castro
Evaristo Pérez de Castro
Pérez de Castro contribuyó decisivamente a dos de los pilares de la Constitución de 1812: el principio de la soberanía nacional y el reconocimiento del derecho a la libertad de imprenta. Este vallisoletano fue uno de los diputados que discutieron el proyecto constitucional, debate en el que se mostró entusiasta partidario de las tesis de Argüelles sobre la libertad de imprenta. Pérez de Castro se movió toda su vida en los aledaños del poder, llegando incluso a la Presidencia del Gobierno, cargó que ocupó año y medio 1838 y 1840. Como tantos españoles del turbulento XIX, se vio obligado a exiliarse cuando triunfaron opciones políticas que no eran las suyas, en concreto cuando Baldomero Espartero fue proclamado regente. Regresó en 1843. Murió en Madrid en 1848.
Diego Muñoz-Torrero
Diego Muñoz-Torrero
El sacerdote Diego Muñoz-Torrero fue otra «alma mater» de la Carta Magna de 1812, cuya comisión ponente presidió. Fue este extremeño, liberal convencido y artífice del fin de la Inquisición española, quien pronunció el discurso con el que se iniciaron las sesiones de las cortes reunidas en la Isla del León. Catedrático de Filosofía, antes de llegar a la decisiva cita de Cádiz, el padre Muñoz-Torrero había sido rector de la Universidad de Salamanca. En aquella histórica sesión parlamentaria trazó las que para él debían ser ideas fundamentales de la Constitución en ciernes, algunas de ellas verdaderamente revolucionarias para un clérigo de la época. Defendió que la soberanía nacional residía en el pueblo español y no en ningún monarca, abogó encendidamente por la libertad de prensa y se mostró partidario de la supresión del Santo Oficio, que se había convertido en un tribunal politizado al que cada facción política intentaba instrumentalizar como ariete contra sus oponentes. También propugnó la abolición del régimen de señoríos. Sus indomables convicciones le depararon muchos padecimientos. Tras el nuevo viraje hacia el absolutismo, a partir de la nueva intervención francesa con la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823, huyó a Portugal, donde fue apresado. Pasó los últimos años de su vida encerrado, no era la primera vez, y torturado en la torre de San Julián de la Barra, donde murió en 1829. Su triste final y su accidentada biografía llevaron a autores como Rubio Llorente a definirle como un «liberal trágico».
José de Espiga
José de Espiga
José de Espiga y Gadea, jurista y experto en asuntos religiosos, fue, pese a sus orígenes palentinos, uno de los diputados por elPrincipado de Cataluña en las Cortes de Cádiz. Espiga fue uno de los más firmes apoyos de las vanguardistas propuestas de Argüelles. Uno de los doce hombres de la Comisión que redactó el borrador constitucional, sin su respaldo las tesis de Argüelles habrían tenido mucho más complicado imponerse frente a la oposición de los más adictos al absolutismo y los más refractarios al progreso de las ideas del liberalismo. Hombre resolutivo, a Espiga le exasperaban los debates cuando se eternizaban encallados en lo que para él eran minucias doctrinales. Por eso alertó a sus compañeros constituyentes de que «si continuamos en discutir la Constitución tan prolija y ridículamente, no acabaremos en muchos meses lo que tanta inquietud espera la nación». Al final, los trabajos concluyeron con éxito y el impaciente Espiga vio su nombre grabado en los anales de la historia. Tras contribuir a alumbrar «La Pepa», Espiga fue evolucionando hacia posiciones más conservadoras y, sobre todo, más en línea con lo propugnado por el Papa. Falleció en 1824 en Tierra de Campos, Palencia.
¿Sabías que…?
Anécdotas y curiosidades en torno a La Pepa
La historia de nuestra primera Constitución es la de todos sus protagonistas, conscientes o casuales, y esta segunda está llena de anécdotas y curiosidades que completan la panorámica que retrata la cuna de la Carta Magna de 1812. He aquí algunas...

TERESA RODENAS

Los malos augurios de La Pepa
Las memorias de Don Antonio Alcalá Galiano recogen una anécdota que sucedió durante la misa que se celebró tras la firma de La Pepa, en medio de una tormenta repentina que tronchó un árbol robusto, provocando risas entre los asistentes y la burlona interpretación de mal agüero para la Carta Magna.
«Estábase (digo allí) cantando el Tedéum, cuando el ímpetu del huracán tronchó delante
de la iglesia un árbol robusto, y algunos de los circunstantes (entre los cuales estaba yo) no por superstición, sino como en burla, aludieron a que podría ser funesto agüero de la suerte de la ley nueva; vaticinio que así podría haber tomado por suyo la superstición más grosera, como la previsión más aguda.» Ir al texto completo
El himno desafinado
En «Espisodios Nacionales», Benito Pérez Galdós narra el espontáneo júbilo de las gentes de Cádiz tras la aprobación de la Constitución. «Las calles estaban intransitables por la mucha gente», dice y «muchos ignoraban qué era aquello». El autor habla entonces de un coro que entonó una especie de himno improvisado, al parecer, desafortunado en ritmo y musicalidad.
«Un coro que se había colocado en cierto entarimado detrás de una esquiná entonó el himno, muy laudable sin duda, pero muy malo como poesía y música; que decía:
Del tiempo borrascoso
 que España está sufriendo
va el horizonte viendo
alguna claridad.
La aurora son las Cortes
que son sabios vocales
remediarán los males
dándonos libertad.
El músico había sido tan inhábil al componer el discurso musical, y tan poco conocía el arte de las cadencias, que los cantantes se veían obligados a repetir cuatro veces “que con sabios, que con sabios”,…etc., dice Galdós en su libro. Ir al texto original
Curiosidades sobre los diputados
José Mª García León recoge en su libro «Los diputados doceañistas: una aproximación al estudio e los diputados de las Cortes Generales y Extraordinarias (1810-1813)» una serie de curiosidades relacionadas con los diputados del «doce». Entre ellas, cabe destacar:
-Las quejas que sucitó el hecho de que el Conde de Toreno no tuviese la edad exigida para ser diputado (25), aunque lo fue, en parte gracias a las intensas gestiones de si paisano asturiano Agustín de Argüelles.
-Las extravagancias del diputado Villanueva, «tímido, muy miope y nervioso» y tremendamente despistado: una mañana, oficiando misa, se le derramó el vino consagrado por el mante, «no dándose cuenta hasta que se llevó la copa a los labios y comprobó que estaba vacía».
-El aspecto cómico y quijstesco del diputado por Galicia, Jiménez del Guazo, cuya apariencia producía gran comicidad».
-La referencia al diputado más longevo de las Cortes, José Becerra Llamas y Cancio; el despiste del diputado Castro Labandeira, que perdió los papeles que le acreditaban como representante en las Cortes.
-O la triste historia de Benito Ramón Hermida, primer presidente de las Cortes, que murió en la más «extrema pobreza».


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