LATINOAMERICA.
¡ HAY OLLANTA[Y], MANAM PAPA[Y ] !
OLLANTA HUMALA TOMA UNA POSICIÓN POLÍTICA COMO GOBERNANTE DE ABAJO(IZQUIERDA) PERO en real politiqué GOBIERNA PARA LOS GRUPOS de derecha-TRANSNACIONALES ES DECIR, SIGUE EL MISMO MODELO ECONÓMICO DE CORTE [NEO]LIBERAL.
OPINIÓN
Haciendo un ANÁLISIS en el escenario POLÍTICO ECONÓMICO del RÉGIMEN del presidente ollanta humala, hay-y no faltan como en cantina- los llamados politiqueros (PARLAMENTARIOS, ANALISTAS, CURAS, ETC.) que se consideran de centro y se alejan de aquella marca politica TRADICIONAL dicoTÓMICA: derecha e izquierda; haciendo creer[NOS] que son de centro.En el escenario politico solo hay dos posiciones establecidas:derecha e izquierda y punto. el centro es solo un punto donde se esconden o reuyen cuando toman una pos[tura]icion cuando no tienen suficiente -o pobre-argumento para identificarse, posicionarse y legitimarse ante sus adeptos y seguidores como un gran LÍDER POLÍTICO.Entonces que es- ser o estar- en el centro? como sabemos bien algunos que conocen el TEJE Y MANEJE DEL comportamiento y desarrollo del poder POLÍTICO de las ultimas corrientes POLÍTICAS que se GERMINAN Y ESTÁN dando en el sistema ECONÓMICO peruano? primero, se ha identificado y analizado que el RÉGIMEN del presidente ollanta es el TÍPICO RÉGIMEN de corte [NEO]LIBERAL[ISMO] inpuesta y dirigida por los organismos como fmi,bm, bid, omc, etc), con una tendencia a ser EMPUJADA y abRAzada en una corriente dura del CLÁSICO modelo MILITARISTA burguez- trannacional, CARACTERÍSTICO y predominantemente ALIADO de LA derecha RANCIA paruana.dicho RÉGIMEN SIEMPRE MAS SE HA IDENTIFICADO y fortalecido CON EL SECTOR MAS PUDIENTE Y TRANSNACIONAL COORPORATIVO, LO QUE EN PALABRAS SIMPLE SE PUEDE CATALOGAR COMO GOBIeRNO DE DERECHA TRANSNACIONAL(estado CORPORATIVO). para un analista, cuando realmente EL SEÑOR OLLANTA LANZA SUS DECLARACIONES pueden considerarse que sus declaraciones son CASI PERSONALES, SI FUERAN A TITULO DE GOBERNAnTE SERIAN Y DEBERÍAN ESTAR a la altura y nivel de un buen POLÍTICO estratega ,estadista, que normalmente ESTÁN BIEN ASESORADO. A ESTAS ALTURAS parece que no conoce o esta mal asesorado de sus TECNOCRATAS QUE LES RODEA; CON LAS DECLARACIONES lo que hace es llevarlo a REVISAR sus planes y trabajos en el equipo de asesores del palacio.
OLLANTA HUMALA, EL BUEN GUERRERO
“Es
una prioridad defender el Estado de Derecho”
Ollanta Humala quiere que la
Administración llegue a todos los rincones de su país.
Y se muestra contrario a la
legalización de las drogas
"Sin disciplina no funciona nada”.
Le bautizaron como Ollanta, “el guerrero que todo lo ve”, y ya en su
juventud anidó en él la vocación militar. “Yo aconsejaría a los jóvenes,
hombres y mujeres, que vivan esa experiencia. El Ejército me ayudó a conocer
mejor el Perú, a valorar su diversidad: es un país informal, a muchos de cuyos
territorios el Estado simplemente no llega. También me enseñó el tema del
orden, aprendí a trabajar en el seno de una institución. Se ha hecho una
lectura equivocada de mi condición de militar. Parte de mi vida la he pasado
ahí y por eso lo que quiero es institucionalizar. En mi caso, que procedo de
una familia de clase media acomodada, me ha permitido además interactuar con
otros niveles socioeconómicos de la población. Es otra forma de escuchar al
pueblo”.
En el primer encuentro que sostuvimos, antes de celebrar esta
entrevista, me sorprendió su timidez, que le hacía parecer huidizo. También el
hecho de que, contra lo que suelen hacer los políticos, estuviera dispuesto a
escuchar, sin sentir la necesidad imperiosa de colocarme un discurso, de
demostrar que todo lo sabe. Yo tenía de él la imagen estereotipada que la
mayoría de los medios occidentales y la casi totalidad de los de su país habían
difundido: un militar golpista, un Chávez a la peruana que había
cambiado la exuberancia caribeña por la severidad del inca, pero que
en el fondo constituía la misma amenaza para la democracia que la representada
por cualquiera otro de los caudillos latinoamericanos de nuevo cuño. Cuando,
contra muchos pronósticos, se situó como el candidato capaz de disputarle a la hija de Fujimori la
banda presidencial, la derecha de su país alineó todas las fuerzas frente a
este hombre menudo, cuya sobriedad impresiona. Se acumularon contra él procesos
judiciales, historias macabras y acusaciones, algunas tan peregrinas como la de
ser propietario de un buen reloj que su esposa le había regalado en su
aniversario de boda. Pero incluso los más eclécticos analistas europeos no
tuvieron empacho en señalar que la elección entre Keiko y Ollanta era algo muy
parecido a optar entre la peste y el cólera. Según ellos, la primera respondía
almodelo de capitalismo corrupto y
sanguinario que el padre había encarnado mientras el comandante era
una versión local del castrismo del siglo XXI que acabaría hundiendo al país en
la miseria y la represión. Quien primero me ayudó a escapar de este diagnóstico
tan sectario y simplista fue Lula, poco tiempo
después de abandonar el sillón presidencial brasileño. Así se lo comenté, por
cierto, a Mario Vargas Llosa durante el descanso de un partido Madrid-Barcelona
en el Bernabéu. Poco después, un artículo del premio Nobel en EL
PAÍScontribuía a disipar los temores y la confusión de muchos
votantes que, detestando lo que significaba Keiko, no se decidían a apoyar con
su sufragio la llegada al poder de un militar de tintes progresistas. La
actitud de Mario resultó probablemente decisiva para el resultado final de los
comicios. La derechona no se lo ha perdonado, porque Perú se sumaba así a la
lista de las repúblicas de América Latina encabezadas por un gobernante de
izquierdas.
—¿De izquierdas? Yo no soy de izquierdas —protesta Humala con
rotundidad—. Yo soy un nacionalista que ha recogido las banderas de la justicia
social. En realidad, esa división entre izquierda y derecha es algo del pasado.
Terminó con la caída del muro de Berlín.
Le comento una frase suya, leída en el único libro en el que ha explicado
de alguna manera su ideario, una larga entrevista con el todavía candidato a
presidente, realizada por el periodista canario Ramón Pérez Almodóvar.
—Y así es, por eso añado que yo soy de abajo, y ahora soy de todos, el
presidente de todos los peruanos, no solo de quienes me votaron.
—También asegura que lo más trabajoso y difícil es construir una
alternativa política dentro del sistema democrático y contar con una buena base
ideológica. La alternativa la logró, ha llegado al poder. ¿Cuál es su
ideología?
No soy de izquierdas. Soy un
nacionalista que ha recogido las banderas de la justicia social
—Me he comprometido a respetar el Estado de derecho. Como digo, esas
divisiones entre izquierda, derecha y centro están obsoletas, pero sigue siendo
difícil construir un movimiento político nuevo.
Esboza una sonrisa pícara cuando le digo que en todo caso vendrá de
abajo, pero ahora está arriba, oteando el horizonte como el antiguo jefe inca.
“Hay que gobernar para todos”, insiste, “y muchas veces es preciso tomar
decisiones que sorprenden a algunos de los que nos apoyaron, pero por lo demás
está claro que yo no me identifico con la derecha”.
Se le nota a gusto hablando de estas cuestiones. Todavía en el Ejército,
y después de su alzamiento en armas contra Fujimori, del que fue amnistiado
durante la transición a la democracia, Humala obtuvo un título en Ciencias
Políticas por la Universidad Católica de Lima y más tarde prosiguió estudios de
la misma especialidad en París, donde ocupó el cargo de agregado militar en la
embajada, igual que en Corea del Sur.
—A mí me interesa que me juzguen por mis hechos, más que por mis
palabras. No doy muchas entrevistas, prácticamente ninguna, quizá porque sufrí
durante mucho tiempo la animadversión casi general de los medios. La idea que
yo tengo del nacionalismo no tiene nada que ver con lo que sugieren los
movimientos nacionalistas europeos. Nos encontramos ante realidades muy diferentes.
Mientras en Europa es de día, en Sudamérica es de noche; mientras allí es
invierno, aquí es verano. En Europa, el nacionalismo contribuyó a la división y
el enfrentamiento, generó incluso dos guerras mundiales. En el caso de los
llamados Estados emergentes, nuestro nacionalismo trata de integrar la realidad
del Estado, y también las relaciones con el resto de los países de la zona.
En mi opinión, le comento, América Latina ha retrocedido en ese proceso
de integración. Hay varias líneas de fractura en el continente, algunas tan
obvias como la que separa las naciones del Pacífico de las del Atlántico, otras
encarnadas por experimentos políticos que amenazan la institucionalidad
democrática si no han acabado ya con ella. “Ustedes en el Perú tienen suerte”,
añado, “están en la orilla de moda, en la que mira hacia Asia”. Él discrepa de
mi análisis. “Han mejorado las perspectivas de integración en la región”,
asegura. “No soy partidario de distinguir entre países pro y antidemocráticos.
Fortalezcamos lo que nos une. Hemos logrado que América Latina no tenga tropas
extranjeras en su territorio.Unasur es una
realidad pujante, ayudará a que las decisiones que se tomen en la OEA sean más
eficientes, o, en todo caso, puede convertirse en una alternativa…”. ¿Hay forma
de solucionar los problemas latinoamericanos en una institución en la que no
están los Estados Unidos? Existen allí cincuenta millones de hispanohablantes y
el producto interior bruto que generan es superior incluso al de España. En mi
opinión —abundo— los Estados Unidos también pertenecen a Latinoamérica. “Pero
América Latina no pertenece a los Estados Unidos”, replica. “Unasur responde a una realidad, a
un mercado de más de setecientos millones de habitantes en el
que hay dos grandes polos, Brasil y México, pero del que se benefician mucho
los países medianos y pequeños. Los conflictos entre Ecuador y
Colombia, por ejemplo, se han podido resolver gracias a esa
organización, que en este punto ha sido mucho más eficaz que la propia OEA. Y
tenemos proyectos muy interesantes, como la creación de un cuerpo de
observadores electorales latinoamericanos que garantice la limpieza democrática
de los comicios. Si vienen observadores de fuera, ¿por qué no podemos nosotros
también tenerlos?”.
Cuando pasamos, sin embargo, de las generalidades a los casos concretos,
aprecio una leve inseguridad en sus respuestas, quizá fruto de un discurso
elaborado con posterioridad al triunfo electoral. Pero
suena sincero y parece decidido a poner en práctica lo que dice. Ollanta Humala
saltó a la fama, en su país y fuera de él, el 29 de octubre del año 2000. Ese
día se levantó en armas en la ciudad de Locumba al frente de una tropa de 72
soldados y dirigió un Manifiesto a la Nación, documento que dio carta de
naturaleza a sus aspiraciones y visión política. Él ha explicado hasta la
saciedad que su pronunciamiento fue en defensa del orden constitucional
vulnerado por Fujimori, y también como protesta por la aplicación del Manual de
Contrainsurgencia ME 41-7, que ordenaba a los militares la liquidación física
de los líderes y colaboradores de los movimientos terroristas, aun cuando no
estuvieran armados.
—Aquel documento vulneraba todas las convenciones internacionales sobre
trato al enemigo y derecho humanitario. Hubo muchos oficiales que se negaron a
aplicarlo, yo entre ellos. El levantamiento de Locumba fue contra Fujimori
porque él había violado la Constitución, con el apoyo del alto mando de las
Fuerzas Armadas. Como oficial tuve que plantearme si debía ser leal a los
vladigenerales (1) o a mi Ejército, la Constitución y las leyes. Decidí esto
último.
—Como consecuencia de aquel manual antiterrorista se cometieron muchos
delitos de lesa humanidad. Usted protestó durante la campaña por el hecho de
que se haya perseguido a militares, la mayoría de baja o media graduación, por
la comisión de dichos crímenes, mientras ningún político o autoridad civil,
ninguno de los que podríamos llamar autores intelectuales del genocidio, ha
sido sancionado. ¿Abrirá ahora desde el poder un proceso de responsabilidades
al respecto?
En el Perú y en otros países
de América, el problema es la falta de institucionalidad
—Lo que yo he expresado es mi pensamiento, pero no está en nuestras
políticas inmediatas exigir una rendición de cuentas. Y no creo que eso deba
hacerse desde la Presidencia de la República. En todo caso, le correspondería
al Poder Judicial, o al Congreso de la Nación. Nuestra prioridad es pacificar
el país. A partir de que eso se logre, podrán asumirse las responsabilidades de
los Gobiernos que cometieron delitos.
Humala estuvo destinado en 1992 como capitán de un batallón en el pueblo
de Madre Mía, en el Alto Huallaga. Participó en varias acciones armadas contra
Sendero Luminoso y fue testigo de la forma de actuar y de relacionarse con la
población de aquel movimiento subversivo que tuvo en jaque al Perú durante
quince años. En las zonas remotas del país, donde el Estado brillaba por su
ausencia, Sendero se comportaba como la verdadera autoridad local, dirigía las
actividades educativas y sanitarias, incluso las comerciales, sometiendo a los
lugareños mediante la amenaza de enfrentarles a “juicios populares” que les
llevaban al fusilamiento si no cumplían con lo establecido. Le pregunto si
podría considerarse que lo que vivió Perú aquellos años tuvo las
características de una guerra civil.
—¡De ninguna manera! —enfático—. Sendero, en su desesperación porque no
lograba los objetivos que perseguía, decidió concentrarse en el terrorismo y el
sabotaje. Ni siquiera practicaba la lucha de guerrillas. ¿Qué proyecto político
se puede construir en base a ese pasado? El Perú no puede perder la memoria,
las heridas no están cerradas y aún quedan grupos violentos que continúan
operando en algunas zonas. Todavía no podemos voltear la página, pero lo que
está claro es que estos movimientos no tienen ninguna chance, su derrota total
es solo cuestión de tiempo.
Quedan grupos violentos en
algunas zonas, pero su derrota es solo cuestión de tiempo
Institucionalizar, institucionalizar, institucionalizar, esa parece ser
la obsesión de este militar metido a político que durante dos horas de
entrevista hizo no menos de una decena de referencias a la necesidad de
reforzar y respetar el Estado de derecho. ¿Cómo concretar este programa, cuáles
son los objetivos a plazo inmediato? “Llevar el Estado al interior del país. Un
Estado que garantice la diversidad, la multiculturalidad, pero funcione como
una unidad. Fortalecer el mercado interno también, porque no hay una demanda
nacional fuerte. Y diversificar la economía”.
—No me negará que por mucho que la diversifique, la minería es un factor
esencial en el desarrollo peruano que está generando mucha controversia. Usted
enfrenta ahora un contencioso con las autoridades
locales de Cajamarca que ha provocado incluso un cambio de
gabinete y la caída del primer ministro.
—El cambio de gabinete se debió a la necesidad de mejorar el ensamble
del mismo, estableciendo una sola línea política que sea seguida por todos los
ministros. Es el presidente el que tiene la responsabilidad de marcar esa
línea, porque lo ha elegido el pueblo. En cuanto a lo de Cajamarca, se inscribe
en una serie de conflictos que son herencia del pasado. Hay una mala relación
histórica entre la minería y las actividades renovables. Perú era una sociedad
agraria hasta la llegada de los españoles, que fueron quienes comenzaron las
explotaciones mineras. Desde entonces se ha vivido esta tensión, agudizada
ahora porque los pueblos altoandinos padecen un estrés hídrico. Simplemente no
tienen agua. Mejor dicho, la tienen, pero no se ha construido la
infraestructura que permita su represamiento. La población ha perdido además la
confianza, tanto en las empresas mineras como en el Estado. Ahora se pretende
decir que hay que elegir entre el oro y el agua, pero han coincidido siempre, y
pueden seguir haciéndolo. Como nacionalista, pienso que ambos son regalos de
Dios, aunque para nosotros lo fundamental es el agua, para el consumo de la
población primero y para las actividades agrícolas o industriales después. Se
da la circunstancia de que Cajamarca es una zona que aporta mucho al desarrollo
minero y sin embargo es de las regiones más pobres del país. Por eso las dudas
que exhiben las comunidades son legítimas, y el Estado debe resolverlas, pero
también es una prioridad defender el Estado de derecho.
Me permito argumentar nuevamente sobre la importancia de las inversiones
en minería para el desarrollo y crecimiento del país y me comenta que solo se
explotan ahora entre el 12% y el 14% de los recursos potenciales, al tiempo que
insiste en su concepto del necesario orden de las cosas (“me gustan que
funcionen dentro de una institución”) y en la prioridad de las atenciones
sociales, que deben prestarse incluso antes que la propia actividad de las
empresas. “Los proyectos mineros han de ir acompañados de otros de carácter
agrícola o ganadero. Minería y agricultura pueden convivir”. Restablecer la
confianza sigue siendo algo clave y reitera su deseo de hacerlo mediante el
diálogo, sin que nadie “se dé a las trompadas”, de modo que si hay ocupaciones,
cortes de carreteras o acciones similares, avisa estar dispuesto a aplicar la
ley sin titubeos.
En medio de esa política de impulso a la agricultura, ¿qué hacer con los
cultivos masivos de hoja de coca? ¿Qué le parecen los reclamos de expresidentes
de varios países como Zedillo (México), Gaviria (Colombia), Lagos (Chile) o
Cardoso (Brasil) para legalizarla o despenalizarla?
—Hay que distinguir entre la hoja de coca y la droga.
—De acuerdo, pero la hoja sigue siendo la materia prima indispensable
para la fabricación de cocaína.
—Yo estoy en contra de la legalización de las drogas. A las drogas hay
que combatirlas mediante la interdicción y la investigación en el lavado de
activos y dinero. El agricultor que cultiva coca no es el primer eslabón en la
cadena de la droga, sino su primera víctima. Se puede crear una política de
cultivos alternativos de modo que, por ejemplo, la Empresa Nacional de Hoja de
Coca se plantee comprar también café o cacao, que aun siendo menos rentables
empiezan a alcanzar precios competitivos.
—¿Está dispuesto a utilizar al Ejército en la represión de las mafias
del narcotráfico, como se ha hecho en México?
—No es una tarea que corresponda a las Fuerzas Armadas, sino a la
Policía. Y es algo que no podemos hacer solos, se trata de una tarea, ¿cómo
diría?... transnacional. Por supuesto, no es imaginable un Plan Colombia para
Perú.
—Hablábamos antes de falta de confianza en la cuestión minera. A partir
de la actual crisis internacional, esa ausencia de fe en los que gobiernan por
parte de numerosos sectores de la población se da en muchos países. Hay una
tendencia en Europa a denigrar a la clase política, a todos los políticos, a
los que se les califica de ineptos y corruptos de forma generalizada. ¿Siente
como propias estas acusaciones?
En el Perú hay seguridad
jurídica. Respetamos lo que firmamos
—El político es un hombre público, y todos tienen derecho a opinar sobre
él y emitir un juicio particular. Yo creo que en el Perú y en otros países de
América Latina el problema fundamental es la falta de institucionalidad, que
afecta a muchos sectores, pero primordialmente a la existencia y funcionamiento
de los partidos. También es verdad que el político cuando llega al poder tiende
a distanciarse de la gente, le rodea una parafernalia de honores y seguridad
que le atrapa por completo y no le deja moverse libremente. Yo trato de evitar
esta soledad, este distanciamiento, me gusta hacer deporte, correr por las
calles vecinas a palacio y manejar mi auto. Cuando lo hago, me detengo en los
semáforos en rojo y dejo cruzar a los peatones, que se sorprenden al verme al
volante. En la política hago también de chófer. Conduzco una combi (2) que me
han dado con muchos pasajeros. No todos quieren que yo sea el que guíe y
discuten sobre adónde hay que ir. Además la combi y la carretera no están en
muy buen estado y tengo que tener cuidado en las curvas, no agarrarlas a mucha
velocidad, no vayan a marearse algunos o tengamos un accidente. Pero yo te
aseguro que soy un hombre de palabra y al final de mi periodo les habré
conducido hacia donde he prometido hacerlo.
—¿Y a una futura reelección? Usted es muy joven…
—No es un tema en la agenda.
De momento, el autobús se dirige a Europa, a dos destinos muy precisos:
España y Davos.
—Usted sabe que Davos está considerado como la feria mundial del
capitalismo. ¿Qué les va a decir a los ricos del mundo allí reunidos?
—Les voy a explicar la realidad del Perú y a animarles a que inviertan
en el país. Tenemos un manejo serio y estable de la política macroeconómica,
perfectamente compatible con nuestra lucha por la inclusión social y en favor
de la igualdad. Perú es un país muy atractivo para hacer negocios y las
proyecciones apuntan que la economía crecerá en un rango de 5.5% este año, lo
que la ubica como una de las de mayor desarrollo de la región, a pesar de la
crisis internacional. Pero no todo es crecimiento. Hay que dar la batalla
contra la pobreza, promoviendo políticas de inclusión social. Tenemos metas muy
claras: eliminar la desnutrición crónica y la mortalidad infantil, por ejemplo.
Estamos también garantizando que cada vez haya más hogares que cuenten con
servicios básicos como agua potable, electricidad, saneamiento y tecnología.
Hemos puesto varios planes en marcha que potencian la educación, a través de la
concesión de becas, y mejoran la dieta alimentaria de la población, pues las
escuelas proporcionan desayuno y almuerzo diario a todos los alumnos. En el
Perú hay mucho potencial para hacer empresa. Lo que queremos es que las
inversiones se hagan teniendo en cuenta que el progreso debe ser para todos. En
Davos voy a explicar también que en el Perú hay seguridad jurídica para sus
inversiones, que respetamos lo que firmamos. Algunos no entienden que yo pueda
tener mis sentimientos y convicciones particulares, pero que en ningún caso van
a primar respecto a lo que se tiene que hacer. Dicen que soy un pragmático,
pero yo considero que más bien soy objetivo, o trato de serlo, así como trato
de ser justo. Ser bueno no es muy difícil, lo difícil es ser justo, y a eso me
aplico.
España es nuestro socio más
importante en la UE. Creo que acierta al fomentar las cumbres iberoamericanas
—¿En cuanto a España?
—Es nuestro socio más importante en la Unión Europea y nos une a ella un
pasado centenario, una lengua, una cultura, una tradición. Nuestras relaciones
políticas y empresariales tienen una larga data y son muy importantes para mi
país. España acierta en su política de seguir fomentando las cumbres
iberoamericanas y es de admirar el esfuerzo que hace el Rey por no estar
ausente de ninguna, incluso cuando ha sufrido alguna enfermedad o impedimento
físico.
—¿Cómo se comportan los inversores españoles en Perú?
—Son muchos, y algunos muy importantes, como Telefónica o Repsol, pero
hay cada vez más pequeñas y medianas empresas que se están instalando aquí, e
incluso jubilados que han decidido cobrar la pensión en España y residir en
nuestro país. (3) Yo enfatizaría a los dirigentes de esas empresas la
importancia de lo social, la necesidad de que establezcan buenas relaciones con
las comunidades y contribuyan a las políticas de inclusión. Por lo demás, el
Perú es un país de oportunidades, la puerta de América; bueno, ya sé que hay
otras puertas, o ventanas, por donde ingresar, pero la nuestra es la principal
—sonríe.
—¿Y han hecho los españoles algo mal, de lo que arrepentirse?
—Se llevaron dos cuartos de plata y uno de oro —estalla en carcajadas,
rememorando el rescate que los incas pagaron por su jefe Atahualpa, secuestrado
por Pizarro. Una vez los españoles hubieron cobrado, asesinaron al inca.
El Perú es un país de
oportunidades, la puerta de América. Sé que hay otras, pero la nuestra es la
principal
Todavía en España cuando queremos ponderar el alto precio o exaltar la
calidad de algo decimos que “vale un Perú”. El antiguo virreinato, en donde los
conquistadores persiguieron ávidamente el descubrimiento de El Dorado, se
emancipó de la metrópoli en 1821. No mejoraron con ello las condiciones de los
indígenas y desde entonces queda pendiente la resolución de eso que Humala
llama la inclusión social. Sigue siendo en muchos aspectos un país en busca de
su propia identidad, aquella que le permita construir un Estado presente en
todo el territorio y asumir una movilidad social que ensanche su clase media y
fortalezca el mercado interno, en la estela de las experiencias que Brasil ha protagonizado
en las últimas décadas. Este guerrero que todo lo ve y que hoy gobierna el Perú
es un hombre correoso y amable. Posee mayores inquietudes intelectuales que la
generalidad de los de su profesión y, desde luego, transmite sinceridad y
convicción en lo que dice. Proyecta además una imagen de decencia muy necesaria
en los tiempos que corren. Humala pertenece a una nueva generación de políticos
latinoamericanos que ha emergido de lo que él conceptualiza como golpes de
Estado de masas (aunque no se refiere directamente a ello, pienso yo que
también en esa categoría encajarían los cambios políticos del norte de África).
—En cierta medida, algo tienen que ver con los indignados. En apenas
unos años, las movilizaciones populares tumbaron tres presidentes en Ecuador,
dos en Bolivia, uno en Argentina y uno en el Perú (Fujimori). Eso propició el
nacimiento de nuevos líderes, pero la clase política peruana tradicional creó
una transición que les permitiría seguir en el poder. En otros países, esa
clase política fue borrada del mapa. En el Perú no, y hasta seis meses antes de
las elecciones no me daban ninguna chance. Y ya usted ve.
Lo que mucha gente quiere saber es si el triunfador del torneo cambiará
las reglas del juego. Todo indica que no lo hará.
(1) Los generales corruptos y fieles a Vladimiro Montesinos, hombre
fuerte del Fujimorato, actualmente en la cárcel.
(2) Autobús.
(3) Residentes
españoles me comentaron que conocen los casos de varios perceptores del seguro
de desempleo que están sin embargo trabajando en Lima al tiempo que cobran el
subsidio de paro.