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martes, 21 de julio de 2020





Ackerman, B: Revolutionary Constitutions: Amazon.es: Ackerman ...

Derecho Constitucional/ Social 

Bruce Ackerman, académico de la Universidad de Yale: “Me preocupa la impracticabilidad de una convención mixta en Chile”



La izquierda carece de programa político para el siglo XXI” | ctxt.es
Bruce Ackerman




Fernando Mendoza y José Tomás Ureta(*)

A propósito de su último libro “Revolutionary Constitutions: Charismatic Leadership and the Rule of Law” (editado en 2019 por Harvard University Press), el influyente académico, especialista en derecho constitucional, se refiere al proceso constituyente chileno. “Una de las grandes ironías de la situación chilena es que tienen una Constitución totalmente ilegítima y, en frente, 30 años llevando a cabo siete elecciones presidenciales democráticas”, señala.

Más de medio siglo como profesor en diversas facultades de derecho en Estados Unidos, le han valido a Bruce Ackerman (76) el título de Sterling Professor de la Universidad de Yale, el rango académico más alto que otorga dicho establecimiento.

A lo largo de su carrera, Ackerman se ha especializado en derecho constitucional y ha sido citado, en varias oportunidades, por académicos chilenos que han estudiado los procesos constituyentes. En esta entrevista, aborda el proceso que vive Chile.

¿Qué le parece la decisión de Chile de constitucionalizar el conflicto social que estalló a partir del 18 de octubre?

Lo veo como una gran oportunidad, y aunque tengo serios reparos con el diseño de la propuesta del proceso constituyente, es precisamente aquí donde encontramos un ejemplo de real democracia dentro de una Constitución ilegítima. La pregunta es si van a aprovechar esta posibilidad o no. El peligro fundamental es que al término de estas movilizaciones, que merecen un notable homenaje al pueblo chileno, especialmente cuando la democracia se está desmoronando en otras partes del mundo, no haya una nueva Constitución. Si ese es el resultado final, han perdido la oportunidad de tener una Constitución popular durante por lo menos una generación.

¿Cuáles son sus reparos al diseño de la propuesta del proceso constituyente?

Me preocupa la impracticabilidad de una asamblea mixta. En el presente, Chile enfrenta gigantescos desafíos con los que el gobierno en ejercicio debe lidiar, como el coronavirus. Existen un montón de problemas prácticos que surgen a diario y hay instituciones políticas cuya misión fundamental es enfrentar el día a día pero hay otras instituciones políticas que deben preguntarse: ¿cómo queremos que se vea el futuro? Y la asamblea a elegirse, idealmente, debería enfocarse en pensar exclusivamente en cómo debe ser Chile en el futuro. Si mezclas el presente y el futuro en una sola institución, las personas que deben preocuparse de resolver problemas prácticos pueden verse tentadas de manipular la asamblea para facilitar la resolución de sus problemas de corto plazo, distorsionando una efectiva resolución de problemas de futuro y saboteando el rol de la asamblea de pensar en un proyecto político para la próxima generación.

Por eso, debería haber dos foros políticos verdaderamente separados que puedan enfocarse bien en los problemas que naturalmente les corresponden. El Presidente y el Congreso para los problemas del día a día y la asamblea constituyente para el futuro. Una eventual asamblea mixta, en ese sentido, incurriría en esta problemática en que tienes a personas cuyo rol está enfocado en el presente pensando en el futuro. Por eso, yo diría que ningún miembro del Congreso debería participar en el foro. Sus miembros deberían ser exclusivamente electos por el voto popular.

En su libro, a propósito del proceso polaco, advierte que las elites tienden a precipitarse en acuerdos que buscan contener a los movimientos populares, sin tomarse el tiempo para sopesar las consecuencias de sus decisiones en el mediano plazo. En Chile, entre el inicio de las protestas y el acuerdo del 15 de noviembre trascurrieron un poco más de 3 semanas…

Creo que el caso chileno es más parecido al italiano que al polaco. Justo después de la Segunda Guerra Mundial, en 1946, Italia adopta una nueva Constitución que, a pesar de ser aprobada con apenas un 50%, fue capaz de repudiar el fascismo de Mussolini porque los italianos la hicieron funcionar. En ese sentido, uno de los aspectos clave a la hora de redactar una Constitución es qué tan fácil será modificarla después. Por lo que esta idea de que la Constitución necesariamente tenga que contar con un amplio apoyo popular para superar un texto constitucional de origen ilegítimo no es necesariamente correcta.

¿Podría ocurrirnos algo similar a los procesos constituyentes de Francia e Italia de posguerra, con asambleas muy fragmentadas y con poca capacidad de aunar consensos? La convención chilena funcionará con un quorum de 2/3 para aprobar las normas…

En la convención constituyente obviamente será necesario hacer pactos. Y estos pactos reflejarán acuerdos, tal como ocurre en los sistemas parlamentarios, ya que la convención constituyente funcionará bajo esa lógica. Pienso que el parlamentarismo es un modo muy superior de gobierno ya que, en tiempos normales, a diferencia del presidencialismo, no supone que una sola persona pueda expresar la voluntad de la nación.

¿En qué sentido?

Usualmente, en los sistemas parlamentarios se dan tradicionalmente dos escenarios: en primer lugar, ocurre que los partidos de centro deben negociar con los sectores de izquierda o de derecha para formar una coalición, con una mayoría parlamentaria que finalmente les permita gobernar el país. En el segundo escenario, un partido o una coalición de partidos previamente unida obtiene el poder, recibiendo de los votantes un mandato amplio para realizar los cambios esperados. En este caso, el líder del partido o coalición puede actuar como un presidente de facto, dada la contundencia de su mandato. Sin embargo, este escenario es muy poco frecuente, lo que fomenta que no haya cambios muy precipitados entre un gobierno y otro gobierno, incentivando la negociación y el consenso entre las distintas fuerzas políticas para obtener mayorías. Uno nunca convence a todos.

La constitución chilena es súper-presidencialista, por lo que el sucesor del presidente Piñera se verá enormemente influenciado por el camino que tome el proceso constituyente, el que incluso de volver a postergarse en sus fechas, podría hacer coincidir la elección presidencial con la de convencionales.

Creo que no debe haber una elección de convencionales al mismo tiempo que tienen su elección presidencial. Peor aún, si la elección para la asamblea viene después de las presidenciales, sea quien sea electo podrá instrumentalizar esta elección y usarla como un voto de confianza a su mandato. Esto hará que la constituyente se convierta en una elección que se focalizará más en gritar a favor o en contra del presidente de turno, algo que obviamente no es sano.

En su libro resalta la importancia del poder judicial en la implementación de nuevos textos constitucionales. En Chile, el proceso constituyente ha otorgado un rol preponderante a la Corte Suprema para resolver los problemas procedimentales de la asamblea en desmedro del Tribunal Constitucional. ¿Es esto un precedente importante en el debate?

Las constituciones revolucionarias les otorgan a las cortes un rol preponderante en la consolidación de un nuevo ordenamiento jurídico. Supongamos que la nueva Constitución es aprobada por 60% de los votos y este nuevo texto tiene muchas nuevas palabras en ella. Tendremos casos en que los jueces tradicionales, que fueron educados bajo la Constitución anterior, no estarán en la posición de entender que hay un nuevo texto a obedecer. Esto los puede hacer actuar en formas que eran plausibles bajo la antigua constitución, pero que ahora ya no lo serán. Ha habido múltiples ejemplos de intervención constitucional de los jueces para preservar un antiguo régimen que han sido desastrosos. Si finalmente se aprueba y promulga un nuevo texto constitucional, surgirán múltiples problemas de interpretación judicial para lo que necesitaremos jueces pensantes. Algunos podrán hacer la transición ideológica a tiempo mientras que otros no.

En su libro señala que el constitucionalismo es, esencialmente, la imposición de límites al poder. Sin embargo, durante esta pandemia la mayoría de los gobiernos han levantado esas limitaciones a través de estados de excepción. ¿Qué riesgos vislumbra en esto, dado que la crisis parece no retroceder?

Los riesgos son obvios. La pregunta que debe hacerse más bien es cuál sería la forma realista de resolver este problema y cómo hacerlo a través de las instituciones. La noción de terrorismo se ha estado utilizando repetidamente para justificar los estados de emergencia que se han impuesto después del 9/11. La ansiedad generada a lo largo de estos últimos 20 años en torno a este concepto han sido una preparación para esta nueva amenaza, que, si bien no es una amenaza humana, es similar.

¿Y cómo se puede resolver eso?

A veces, cuando tienes que actuar rápidamente sin el tipo normal de deliberación democrática, el problema crucial es impedir la normalización de la emergencia. Mi propuesta para evitar esto es a través de una escalada supra mayoritaria, en que los primeros dos meses, el presidente, primer ministro o quien sea que tenga la potestad, declare el estado de emergencia. Al final de los dos meses, si el gobierno desea renovarlo, debe aprobarlo una mayoría parlamentaria, y luego, para ser renovado una vez más, tiene que aprobarse por una súper mayoría del 60%, luego del 70%, y así. Con esta forma de controles y contrapesos nos adaptamos a una solución, a través de una respuesta democrática y seria a un problema real: cada cierto tiempo hay una emergencia. Tener gobiernos incapaces de actuar en una emergencia es una tragedia en sí misma. El objetivo crucial de un orden constitucional es generar el apoyo de la población general que cree que la ciudadanía democrática realmente funciona.

*Esta entrevista fue realizada en inglés y posteriormente traducida al español. Fue hecha por el historiador, Fernando Mendoza, y el licenciado en Ciencias Jurídicas, José Tomás Ureta.

Fuente: Extraído de Diario La Tercera de Chile


domingo, 2 de febrero de 2020

CULTURA


Kiriko


"La Lucha de Clases es uno de los puntos más débiles de la teoría marxista."
Entrevista a Gareth Stedman Jones

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Por: Daniel Gascón(*)

Karl Marx. Ilusión y grandeza (Taurus, 2018) es una biografía admirable del autor de El capital y a la vez una introducción a sus ideas. Gareth Stedman Jones, profesor de historia de las ideas en Queen Mary, en la Universidad de Londres, cuenta la vida de Marx, muestra la evolución de su pensamiento y explica sus influencias: desde el idealismo alemán a las teorías económicas inglesas y francesas, desde el mundo del exilio y las revoluciones a la organización sindical o las divergencias estratégicas en la izquierda.

Uno de los objetivos de este libro es distinguir entre Marx y el marxismo.
El marxismo es una creación póstuma que se debe a Engels y otros. En muchos sentidos es una forma de pensar muy diferente de la que encuentras en el propio Marx.

Hay una gran cantidad de libros sobre Marx, desde la izquierda, por supuesto, y también desde el liberalismo. ¿Hay ideas populares sobre Marx que merezcan ser revisadas?

Lo que está mal en buena parte de la bibliografía, y sin duda en el Karl Marx de Isaiah Berlin, es pensar que Marx representa, más que otra cosa, una concepción materialista de la historia. Esta expresión es una invención de Engels, no es algo que utilizara Marx. El objetivo de los jóvenes hegelianos, y Marx era uno de ellos en los años cuarenta, era encontrar la forma de reconciliar el materialismo y el idealismo, no desplazar uno con el otro.

También hay una combinación de idealismo alemán y crítica económica, con autores como David Ricardo.

A través de Engels, Marx conoce la economía política. Engels escribió una crítica de la política económica en 1843, porque era amigo de los owenistas en Manchester, y estos ya habían desarrollado su crítica de la competencia y una teoría de esa sociedad basada en comprar barato y vender caro. En cuanto entrabas en la economía, entrabas en una forma de pensar en el modo capitalista de producción como un sistema económico total y esto podía formar parte de una historia más amplia de la ley natural. Se hablaba de cuatro etapas: de recolección, de pastoreo, de ganadería y la sociedad comercial. El modo capitalista de producción podía situarse en este marco interpretativo, y ese es el armazón que emplea Adam Smith. Pero no había nada que hiciera pensar que podía haber otro modo de producción que sucediera a la sociedad capitalista.

La crítica empieza con la crítica de la religión, escribió Marx.

Para entender que en los años cuarenta había quien pensara en ese modo posterior de producción, hay que atender a la crítica religiosa de los jóvenes hegelianos. Para simplificar, destacan dos cosas. En primer lugar, David Friedrich Strauss, un seguidor de Hegel, sostiene en La vida de Jesús que el cristianismo es una manera adecuada de entender lo divino y lo humano y construye una teoría de la religión en torno a la cuestión de Jesucristo. Traza una historia en la que sustituye la vida de Cristo por la vida de la humanidad en su totalidad. Es importante también la aportación de Bruno Bauer, que refuerza este argumento en el que la historia sustituye al cristianismo. Como Hegel, rastrea la historia del espíritu humano. Pero la aportación crucial es la de Feuerbach, que dice que la humanidad es el ser sufriente y pensante, es material y espiritual. Hay una inversión donde el hombre piensa que es el agente de Dios en vez de ser creado. Marx extiende ese argumento a la propiedad privada y el sistema económico. La humanidad creó esto, no viene de un lugar exterior. Y como lo creó también lo puede superar. Esto es lo que Marx toma de Ludwig Feuerbach, y de esto habla cuando trata el fetichismo de la mercancía. Marx no creó la concepción materialista de la historia. Quería reconciliar lo material y lo ideal.

También tiene lugar en el debate sobre lo que debe sustituir al cristianismo.

Lo que Marx defiende es la expectativa de que haya una nueva forma de reconciliación entre materia y espíritu, como dice en los manuscritos de 1844. Todo esto se basa en Feuerbach, pero también es importante la visión de Max Stirner. En El único y su propiedad, Stirner dice que la superación de Feuerbach no es tal, porque todavía se basa en la idea de algo llamado humanidad, en cuyo nombre deben actuar los hombres comunes: esto, sostiene, es como Dios con otro nombre. Aconsejaba la primacía del ego: si apartas esa idea de imperativo ético sobre la humanidad, el hombre puede hacer lo que quiera, el individuo puede hacer lo que le apetezca. Esto es un momento muy difícil para Marx, que nunca responde a esta observación. En La ideología alemana dedica cientos de páginas a criticar a Stirner pero nunca aborda este punto central. La obligación humana con un espíritu. Lo que Marx hace es superar el debate hablando de que no hay imperativo ético pero tienes que observar la historia de la lucha de clases. Sustituye la obligación ética por la lucha de clases, que si lo piensas bien no es una idea muy convincente. Aunque fuera muy subrayada por la tradición comunista, la lucha de clases es uno de los puntos más débiles de la teoría marxista. El propio Marx le presta menos atención conforme pasa el tiempo.

También se hizo una lectura que combinaba el pensamiento de Marx con la evolución.

Marx construye una historia natural del modo capitalista de producción y cómo evoluciona. No creo que tuviera el mismo éxito con la teoría de la plusvalía: cambia de opinión y a finales de los sesenta ha abandonado la idea. De nuevo, es Engels el que traza un paralelismo entre Marx y Darwin. Pero Darwin no estaba interesado en la historia, no creía que tuviera un significado, mientras que Marx pensaba que la historia era muy diferente de la historia natural. Creía que la historia trataba de la intervención del hombre en la naturaleza. No pensaba que el hombre fuera un ser natural o estuviera determinado por la naturaleza. Esto no significa que no dependa de elementos naturales, por supuesto. Tiene que ver con lo que decía antes: lo que Marx y otros intentaban era encontrar una forma de unir lo material y lo ideal, no sugerir que uno dominaba y el otro era solo un efecto.

Durante mucho tiempo el periodismo fue su medio de vida.

Su periodismo es muy interesante. No creo que pensara demasiado en la distinción entre ser filósofo y periodista. El periodismo era la forma de ganarse la vida. Utilizaba su conocimiento filosófico para sus artículos. Su periodismo era muy bueno en algunos aspectos, pero es muy académico, muy intelectual. Probablemente ahora no lo consideraríamos periodismo.

Dedica espacio a los libros y las influencias intelectuales de Marx. Pero en el libro los acontecimientos históricos también son muy importantes.

Marx intenta entender lo que ocurre a la luz de su visión general de la realidad. Lee The Economist de manera muy fiel y se pregunta qué ocurre en la bolsa. Sin embargo, al pensar en las reacciones de los trabajadores, no creo que tuviera nunca una idea muy realista de quiénes eran y lo que hacían. Si piensas en cosas como los miembros de partidos, diría que tiene una visión un poco cruda de lo que puede ser burgués o pequeñoburgués.

Cuenta fragmentos de la vida de Marx en Londres a través de informes de los servicios secretos. La ciudad recuerda a El agente secreto de Conrad.

A partir de 1830 y especialmente de 1848, Londres era una meca de exiliados revolucionarios. Los gobiernos siguen a la gente e informan sobre ella; tienes informes alemanes y rusos de lo que hace Marx. Los ingleses no están tan interesados, no se lo toman muy en serio. No pueden hacer nada. Habrían tenido problemas en el parlamento si hubieran intervenido demasiado. Es un periodo extraordinario de relativa libertad. Una de las cosas más interesantes es que hubo una conjura para matar a Napoleón III, por un hombre llamado Orsini, y el jurado se negó a condenarlo. Porque Napoleón III era muy impopular y en realidad nadie quería que el atacante recibiera castigo. Fue un periodo extraordinariamente libertario desde el punto de vista de la policía estatal.

El 18 brumario de Luis Bonaparte es un libro que ha tenido una especial relevancia en los últimos tiempos.

Hay maravillosos estudios de la época, como Napoléon le petit de Victor Hugo. Los parecidos con Trump son a veces asombrosos, aunque Napoleón III no era tan arrogante. A Marx le cuesta entender cómo alguien tan vulgar como Napoleón puede obtener una victoria electoral. Y esto es un problema con los plebiscitos que se han celebrado, y lo vimos en el Reino Unido con el Brexit.

No es una biografía psicológica. Pero sí dedica espacio a sus orígenes familiares. La relación con la familia, judíos convertidos al protestantismo, es a veces tirante. Con altibajos y contradicciones, su matrimonio parece más feliz.

Era el niño mimado de la familia. Su padre y su madre lo cuidaban mucho. Su padre escribió observaciones importantes sobre sus limitaciones. No creo que fuera un buen miembro de la familia. Critico su relación con su madre, porque creo que buena parte de lo que decía la literatura secundaria era injusto. La presentaban como una idiota. El material primario no dice eso; parece que tenía una actitud en verdad razonable. Se insiste en la idea de que era demasiado solícita. Hay que tener en cuenta que era una familia asolada por la enfermedad, por la tuberculosis. Creo que todas esas recomendaciones –“ponte un abrigo”, etcétera– tienen todo el sentido del mundo. Con su padre hay cosas interesantes. Por ejemplo, cuando Marx quería todavía ser un poeta, le escribe una carta donde le reprocha que pase el día sin vestirse, que fume y beba demasiado, que sea indulgente consigo mismo. Su madre tenía una visión bastante clara de sus virtudes y sus defectos y era capaz de controlarlo. Su hermana estaba casada con Lion Philips, que manejaba el patrimonio, y Marx tenía que comportarse bien si quería cobrar su herencia, algo en lo que, naturalmente, estaba bastante interesado. Pero parte del tono en las cartas, cuando habla de su madre, es bastante desagradable.

También hay otra carta curiosa, cuando muere Mary Burns, la pareja de Engels. Engels reprocha a Marx su frialdad.

Marx y su mujer, Jenny, nunca respetaron a Mary Burns. Cuando Mary fue a Bélgica en el periodo entre 1845 y 1848, no tenía una relación real con Marx y este se comportaba de manera bastante altanera con ella. La relación entre Jenny y Mary Burns nunca fue particularmente buena. Cuando ella murió, Engels vivió con la hermana de Mary, Lizzie, y parece que la relación con ella fue bastante mejor. Así que las cosas cambiaron, no siempre fueron iguales.
Prefiere al Marx maduro que al Marx joven.
La idea del fetichismo, de la inversión, de atribuir agencia a algo distinto a la humanidad sigue siendo algo relevante. El neoliberalismo se parece bastante a ese diagnóstico. Y también lo es la crítica de la religión. Es una parte de Marx que sigue siendo importante. En segundo lugar, y aquí la influencia de Hegel adquiere importancia, tienes la idea del desarrollo del capitalismo. El Manifiesto comunista da una imagen elocuente y poderosa de ese proceso. Se ha conseguido más en los últimos cien años que en todas las anteriores épocas de la historia. Aunque no acierte en lo político, aporta una imagen muy iluminadora del funcionamiento del capitalismo: no respeta las jerarquías, derriba y levanta cosas, impulsa la economía hacia delante de una manera que ningún otro sistema había hecho en el pasado. Son dos factores muy importantes. El tercero es separar a Marx del marxismo. Cuando Marx escribe El capital, en la década de 1860, parece posible que el capitalismo se transformara en otra cosa. Marx piensa sobre todo en Inglaterra, producto de fuerzas que llegan desde fuera, como las reformas de 1867, pero también en cambios paralelos en las prácticas de las empresas. Estas ideas, esta transición del capitalismo a lo que podríamos llamar socialdemocracia se encuentra en el primer volumen de El capital y sin duda habría estado en el segundo si hubiera salido a la vez. Pero Marx nunca terminó de escribirlo, el segundo volumen sale treinta años después y a esas alturas también influye la situación del partido socialdemócrata alemán, que era incapaz de hacer ninguna oposición real a Bismarck porque había una fuerte represión. Engels sale con una teoría que dice que el capitalismo caerá inevitablemente, que se autodestruirá. No creo que puedas encontrar esto en Marx, creo que es lo que quería decir Engels. Y con él los socialdemócratas, porque dice que el capitalismo caerá sin que ellos tengan que intervenir. Esto es la base del marxismo, la idea de que el capitalismo alcanza sus fases finales y solo es cuestión de tiempo. En el siglo XX esta idea es muy importante, pero creo que tiene muy poco que ver con lo que decía Marx.

No le interesaban los derechos individuales.

Nunca superó el momento de pensar que la declaración de los derechos del hombre era el epítome del pensamiento burgués y no una verdadera emancipación. Nunca consideró la individualidad de los trabajadores, sino el perfil general. Nunca pensó en cómo podían cambiar entre sí los individuos. Y esta es a mi juicio una de las razones por las que su política no es muy buena. No entendía cómo actuaba la gente.

Una crítica clásica es que habría subestimado el poder de la nación y del nacionalismo.

Eso era cierto desde el principio. Viene de Hegel, que se toma el Estado muy en serio y a la nación no. Sin embargo, la idea de la Internacional es buena, más en el caso de la Primera: intentaba ofrecer un contrapeso al irrestricto mercado de trabajo internacional, que creaba racismo, opresión, etc. En ese sentido es difícil pensar cómo hacer funcionar una Internacional, pero es una buena idea en principio.

Algunas de sus observaciones parecen ahora más relevantes que hace quince o veinte años. ¿En qué medida sigue siendo útil?

En otros momentos había un fuerte movimiento sindical, del que se pensaba que podía causar un cambio de régimen. Y una idea de la historia. Nada de esto parece muy probable ahora. Ha habido grandes transformaciones en la división internacional del empleo y la naturaleza del trabajo, que hacen difícil pensar en la clase trabajadora y cómo puede reaccionar en el futuro: asuntos como internet, el aumento del trabajo informal, etc. Es una situación muy distinta de la que habría sido reconocible en otra época. Pero es relevante la idea de que el pensamiento religioso puede corromper el pensamiento político en términos de inversión y fetichismo. Al margen de lo que pensemos, la de Marx es una de las descripciones más elocuentes de lo que es bueno y malo del capitalismo, lo que es dinámico y creativo y lo que es destructor y habría que frenar, pero no creo que nos dé una herramienta para hacer una aplicación positiva de eso, como hace cincuenta o sesenta años.

También hubo una disputa entre el marxismo y el posmodernismo.

La historia sigue siendo significativa, todavía lo es el modernismo. Hemos pasado esa época, pero el modo en que se quiere descartar o criticar las etapas de la historia me parece erróneo. La historia sigue siendo clave para entender lo que ocurre y lo que ha ocurrido. Muchas de esas críticas me parecen provincianas y erróneas.

Algunas ideas que han tenido más importancia en el desarrollo posterior del marxismo no parecen tan importantes en su obra, según explica. Por ejemplo, la plusvalía.

Nunca siguió a detalle cómo debía funcionar la plusvalía, cómo se relacionaba con un día de trabajo, no veía diferentes formas de actividad económica. Lo principal es que la mayor parte del trabajo se había hecho en Francia en los treinta y cuarenta, y Marx tomó mucho de ahí.

Es difícil separar a Marx de su influencia en revoluciones y regímenes del siglo XX. ¿En qué medida están ya en el pensamiento de Marx?

Dijo algunas cosas muy importantes para los revolucionarios del siglo XX. Pero su idea cambiaba, respondía a acontecimientos. No construía una teoría. Aprendió de la experiencia y se volvió más realista. Quería colocar su pensamiento en el contexto en el que estaba escrito. Cambiaba sus ideas en relación con las situaciones en las que se encontraba. La idea de que las revoluciones eran una repetición de 1789 era común en los años cuarenta, cuando el paradigma era la Revolución francesa. Pero eso cambió. Como resultado de la experiencia revolucionaria, llegas al desarrollo de formas de asociación política en los cincuenta y sesenta, sobre todo en los sesenta, cuando hay una renovación de la política en Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia. Su escritura cambia porque cambian las circunstancias. No está fijada en una idea de la revolución. Desde una perspectiva política, yo quería cambiar el foco de sus experiencias en las revoluciones de los años cuarenta, que era muy poco realista, a las de los sesenta, cuando tenía un sentido mucho más informado de lo que podía ser posible. No resultó ser lo que decía, pero no era exageradamente impreciso, como en sus textos anteriores.~

(*)(Zaragoza,1981) es escritor y editor de Letras Libres.Es autor de El golpe posmoderno (Debate,2018)

Extraído de Letras Libres